Revista Diario

De bajón

Publicado el 22 marzo 2011 por Belen
De bajón
Todos los años ocurre igual, por un lado unas ganas tremendas de que acabe el frío y que el peque pueda disfrutar de parques, naturaleza y juegos al aire libre. Pero por otro mi poco cariño al calor, a la primavera y a sus consecuencias.
Como un reloj suizo mi cuerpo ya se ha rebelado contra esta primavera adelantada del pasado fin de semana. Astenia, cansancio extremo, presión en las sienes, congestión, mocos, ojos legañosos, asma, ahogo, tristeza, todo este batiburrillo de consecuencias son las que me rondan a mi cuando el invierno comienza a declinar, cuando nos abandona el frío. Aún contando esto, muchas personas se extrañan de que me encante el frío, el invierno, la nieve.
Hemos empezado la carrera ya imparable hasta el verano. Sí, es cierto, el buen tiempo nos da un abanico de posibilidades amplio con los niños, pero a mi personalmente me deja exhausta. A todo lo contado anteriormente, con la subida de la temperatura se une una bajada de la tensión, vamos que no soporto el calor.
Mi hijo es muy caluroso, a él no le importa que haga frío en la calle mientras luzca el sol y le permita trotar y jugar en la calle. Pero cuando el sol empieza a hacer de las suyas, no creáis que le hace gracia, ya digo que es un calores.
Así que de esa guisa voy, un poco arrastras físicamente, un poco tristona psicológicamente. Estoy en un punto de cambio, en un momento de reflexión, me veo sin tiempo, para poder hacer todo lo que quiero, sin energía y eso me frustra. Necesito un empujón que me haga reaccionar, ahora mismo me siento sin fuerzas.

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