Revista Talentos

De blogueros, karmas y días especiales

Publicado el 31 agosto 2012 por Perropuka

De blogueros, karmas y días especialesHoy celebran el día internacional de los blogs. Acabo de enterarme, por pura casualidad. A quien se le haya ocurrido espero que le den un homenaje abriéndole un blog a su nombre y una medalla por su madrugadora lucidez. Estoy seguro que no es por el natalicio de quien haya inventado esta extraordinaria herramienta de expresión. A él mi agradecimiento infinito. A los lechuguinos que se reunieron en algún foro para establecer el día de los blogs o de la berenjena, que se los cargue la indiferencia de los internautas.
Hoy, tengo sobradas razones para despotricar contra todos aquellos comités que brotan como los hongos para establecer días especiales. Como si no tuviéramos bastante con recordar fechas patrióticas desde que hemos ido a la escuela. Celebramos, por ejemplo, el día de la amistad para que vayamos, resoplando a última hora, a conseguir una tarjeta y mandarla a los amigos  para que sepan que no nos olvidamos de ellos. Y ellos se sentirán importantes, aunque sea por un día. Y nosotros compramos algo de paz interior. Y llenamos los bolsillos de los comerciantes. Al contrario, nadie recuerda a gente que con su dedicación nos ha facilitado la vida,  o nos ha salvado de morir temprano por el azote de alguna enfermedad. 
Preocupados como estamos por comprar bonos de remordimiento de conciencia, en un par de días, en Cochabamba, arrancando el mes aniversario de la región, tendremos el acostumbrado Día del Peatón y la Bicicleta. Dos o tres veces al año, a desempolvar esa delicada montura de huesos huecos que parece flotar sobre el aire como las aves. Magnífico que los pedalistas se apoderen de la ciudad por unas horas. Contaminaremos menos por un día y las autoridades lucirán su jeta encabezando la caravana. Pero el resto del año, seguiremos derribando árboles para ensanchar una avenida o mutilándolos salvajemente para dejar pasar unos horribles cables eléctricos. Dos o tres días al año nos jactamos de nuestro espíritu ecologista y, el resto del mismo, seguimos llenando el país de destartalados automotores, cuyas emisiones nos han colocado entre las cinco ciudades más contaminadas de Sudamérica. Sin ser tan industrializados, sin ser tan poblados. Y seguiremos vertiendo basura a la serpiente negra que atraviesa la ciudad. Por esas ironías de la vida, el gobierno municipal nos refriega cotidianamente su eslogan cursi de “Cochabamba, corazón de la Madre Tierra”. Ustedes saben que vivimos en tiempos de amor a la Pachamama. La realidad dice que ahí, en el corazón de la ciudad, la laguna Alalay se asfixia en su podredumbre de cloaca. “Espejo de agua”, le llaman aunque tenga el aspecto de un pantano malsano. Y nos seguiremos llamando la “ciudad jardín”. De clichés y lemas resonantes, vivimos.
Llegados a esta etapa de la vida, es hora de ajustar tuercas o sacar conclusiones. Siento que ha llegado la hora de retirarse de algunas actividades queridas. Nunca me he cansado de patear un balón, nunca he dicho que no a la caricia de la piel esférica ni al olor del pasto recién cortado. Pero los años pasan aunque en materia de fútbol uno tenga el espíritu de un chaval. Me he dado cuenta ya que las convocatorias a campeonatos escasean gradualmente, ya ni partidos esporádicos. O estoy viejo o todos mis amigos ya juegan en ligas mayores (matrimoniados, entiéndase). Tampoco es que tenga amigos futboleros de menos edad con los que medir fuerzas. El individualismo tiene sus desventajas. El gregarismo abre las puertas de cualquier cancha o de cualquier fiesta. Y el corazón de muchas mujeres.
Es duro retirarse de la práctica deportiva intensa porque quizá el cuerpo ya no responde como antes. El espíritu queda pero la materia se entrega doblegada. Los futbolistas - aunque de tiempo parcial como yo- se retiran inevitablemente. Menos mal que los escritores o aprendices no se retiran nunca, como decía un amigo. Así que pronto deberé modificar el perfil autoral del blog, no se vayan a extrañar, no es inconstancia ni desorden. Hay que adaptarse a los tiempos que corren, dicen. Y a la cabeza con menos cabello, dicen otros. Las entradas y un lunar que asoma dan fe de ello. Un misterio insondable, considerando que en la familia sólo ha habido canosos. O las canas o menos pelo a partir de ahora. Cuestión de genes o caprichos del karma.
Menos mal que el blog llena, aunque parcialmente, el vacío que me deja el fútbol. Es hora de escribir, aunque se tenga un trabajo a tiempo completo o se maneje un camión de carga, como aconseja un cronista experimentado.  Debería de celebrar este día por doble partida. Pero ya saben, soy enemigo acérrimo de los días especiales. Nadie ni nada es especial, quizá el murmullo del agua o el vuelo de un pájaro, por conceder algo. Estamos aquí por accidente. Hay que seguir viviendo o pudriéndonos poco a poco, según se vea. El mundo es un lugar de cosas inesperadas. Hace treinta y cinco años que contribuyo a la podredumbre con la que Dios abona su inmenso huerto, a decir de un poeta español cuyo nombre no recuerdo. Hoy es un día especial para los blogueros, según algún iluminado de pacotilla. Me llena de orgullo ser bloguero pero ni por asomo voy a celebrar nada. Ni aunque un día como hoy se me haya ocurrido nacer, para variar… ¡qué hijoputa es el destino!

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