De boxeo y puntos cardinales

Amanda era de las que sabían encajar bien los golpes. Tras años de un boxeo cotidiano y luego puesto en práctica, siempre supo esperar en el ring a cualquier adversario (eso sí, digno de estar a su altura).  Lo demás todo le seguía resbalando en aquel chubasquero asturiano.No poseía las argucias de una Borgia, ser puta sin más y sólo para conspirar y que entrasen en su política los devaneos de unos pobres esclavos sin alma, siempre se la trajo al pairo.Sabía que la locura muy pocos la llevan dentro. Y le resultaba soez la cordura con la que los instintos animales que solía desatar, la endiosaban.Aquella tarde, tras besarla aquel baterista, dejó que cada cual anduviese por caminos dispares.Marcó en la brújula los puntos cardinales. Y aun así, algunos seguían insistiendo en seguirle el Norte, cuando loca, como según decían que estaba, hacía tiempo que había perdido los cuatro puntos que ciertas mentes obtusas, se empecinaban en  dictarle.