Y así es, cuando era chico, me aburrían los payasos.
Recuerdo uno en particular que se había puesto de moda por los 80's en el Perú. Zapatón se llamaba. El tipo iba a todos los cumpleaños a animarlos vestido con colores estridentes, y con una trompeta, con la que tocaba algunas canciones y cantaba.
Mi reacción siempre era la misma: Aburrimiento.
¿Por qué me aburría?
Por un montón de cosas, pero principalmente una: Zapatón se hacía el divertido y no lo era. Actuaba un tipo divertido concentrado en su rutina, pero no se divertía, parecía tener previsto cada movimiento, siendo poco espontáneo, y sincero con quienes oficiábamos de público.
Todo esto me provocó una especie de Trauma en mi infancia y pasaron varios años para que pudiera volver a acercarme a un payaso y no sentirme estafado.
Un día, en eso de ponernos al día entre amigos, uno de ellos me dijo que había empezado un curso de clown para desestresarse... Y recuerdo que le pregunté con bastante prejuicio: ¿Qué es un clown?
Y mi amigo muy inteligente y con pocas palabras me lo resumió: Es el niño que todos llevamos dentro, que no tiene tabúes, que disfruta jugando y que quiere ser como los adultos aunque nunca pueda conseguirlo. Eso es lo que lo hace divertido.
Con ello derribó mis prejuicios y a partir de ahí empecé a investigar sobre el tema, hasta que me llevó a mi a hacer un curso de clown que empecé hace pocos meses.
Todos fuimos niños, luego todos fuimos clowns.