Revista Talentos
De cómo el Tribunal Constitucional pisoteó la Constitución
Publicado el 02 mayo 2013 por PerropukaEn el principio, la Humanidad -resumen de humanidad que es nuestra Bolivia- vivía en el caos permanente, vagando infructuosamente por senderos equivocados, un país sumido en las tinieblas, sin ordenamiento jurídico válido por estar inspirado en las leyes romanas, por tanto, nefastas por extranjerizantes. Todo el sistema de valores y las normas de convivencia había que desterrarlos porque eran resultado de una herencia colonial, explotadora, discriminadora, racista, hipócrita, neoliberal, entreguista, derrochadora, conservadora, machista, oh compañeros y compañeras, qué largo sería el manto para enterrar de una vez todas estas leyes malditas, que sin embargo, nos habían permitido vivir casi durante dos siglos en relativa paz y armonía. Hasta que la madre tierra decidió parir a un salvador para acabar con “quinientos años de injusticia”, un guerrero de la luz, del arcoíris, de la hoja milenaria, un profeta que convertía en sagrado automáticamente todo aquello que le rodeaba, como “ese cerro, esa agua, ese aire, que le vieron nacer”, predestinado precisamente para enseñar a los hombres a caminar por una nueva sociedad, en perfecta comunidad, sin egoísmos y, dotándoles de leyes sabias que los dioses le habían encomendado, como reza una antigua leyenda incaica. Con su llegada se inauguraría un nuevo orden, una nueva era, un nuevo tiempo de esplendor, por los siglos de los siglos.
Perdonen la parrafada de esta antojadiza interpretación, que hago a su vez de lo que hicieron las ilustres señorías del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) con respecto a la consulta remitida por senadores oficialistas , referida a la reelección del presidente y vicepresidente, para las elecciones de 2014. Evo Morales fue electo por primera vez para el periodo 2006-2010, de acuerdo a la anterior Constitución que prohibía la reelección consecutiva. Como le cogió el gusto a las mieles del poder, promulgó una nueva carta magna haciendo uso de su inmensa mayoría congresal y con lo cual recortó su mandato (por iniciativa propia y no por obligación como ahora sostienen) el último año que faltaba para ser finalmente reelecto en 2009 bajo las reglas de su nueva Constitución. Para calmar las suspicacias de la oposición y de la sociedad en general (que bien conoce la historia de mandatarios que quisieron perpetuarse), Evo Morales renunció públicamente a la posibilidad de una segunda reelección (vean el video, es sumamente claro cómo él afirma con vehemencia su supuesto sacrificio por el bien del país, para que luego no acuse a la prensa de tergiversar sus palabras). Por si no fuera suficiente el compromiso de palabra del presidente y, que antiguamente los hombre de honor respetaban so pena del descrédito o prisión, el mismísimo Juan Evo Morales Ayma oleó y sacramentó la nueva CPE que, en uno de sus artículos transitorios, señala textualmente "los mandatos anteriores a la vigencia de esta Constitución serán tomados en cuenta a los efectos del cómputo de los nuevos periodos de funciones”. Aún el más ignaro de sus seguidores sabe que se introdujo esta cláusula con referencia al primer gobierno de Evo, por lo que jurídicamente no puede aspirar a un tercer periodo de manera continua. Si nos atenemos al sentido común, la constitución política de cualquier estado, siempre debería ser clara, transparente, y concisa. Pero resulta que para los magistrados del TCP, había que darle una interpretación, acorde con sus mentes visionarias que ni los Colegios de Abogados han sabido leer entre líneas. He aquí su retorcida y rocambolesca versión de las cosas:
“El fallo del Tribunal Constitucional argumenta que la norma en análisis precisa que el nuevo orden es diferente al pre-existente, el nuevo orden implica una nueva era jurídico-política basada en la refundación del Estado, por ello se concluye que es absolutamente razonable y acorde con la Constitución, realizar el cómputo del plazo para el ejercicio de funciones tanto del Presidente como del Vicepresidente del Estado Plurinacional, desde el momento en el cual la función constituyente refundó el Estado y por ende creó un nuevo orden jurídico-político”(Los Tiempos, 30 de abril de 2013).
Ah caramba, refundar un estado había sido cambiar los membretes -como calcomanías- a las instituciones y bienes públicos, y reemplazar a los burócratas de saco y corbata por legisladores de poncho y chicote, trajes Mao, cascos de minero, camisas indigenistas y aretes en la oreja izquierda, para que se vea bien lo que significa la “plurinacionalidad” en un ambiente congresal que evoca una festividad folclórica. Según esta lógica absurda, Evo Morales nunca fue presidente antes de su nueva Constitución. Los cuatro años que fue inquilino en palacio de gobierno lo estaba haciendo en calidad de turista o invitado de lujo, quizá tomando clases de cómo engañar a las masas que le impartía su maestro Álvaro el Gris, vicepresidente y mago del maquiavelismo. Que se oigan los aplausos por esta jurisprudencia que sentará cátedra en todos los rincones de la galaxia. Ya lo decíamos, esto empequeñece ipso facto la proverbial justicia salomónica que había llegado hasta nuestra época milenios después. Toda esta muestra de infinita sabiduría no se perderá como lágrimas en la lluvia, sino que será escrita en piedra o tablillas de arcilla, para que cinco mil años después, los arqueólogos del futuro se maravillen.
Recordarán aquella frase de “le meto por más que sea ilegal …que arreglen los abogados que para eso han estudiado”, pues ya ven, Evo se olvidó nomás de su palabra empeñada, de que hay que respetar la Constitución que juró defender (y en dos ocasiones al asumir sus mandatos). Se ríe de la historia (vean cómo sacaron hasta estampillas para conmemorar su segundo mandato), se ríe de las leyes y se ríe de los ciudadanos de este país. Cómo no iba a hacerlo, si se va consolidando su dictadura constitucional, si sólo tiene que chasquear el dedo para que sus abogados del Tribunal Constitucional arreglen sus entuertos y atropellos que para eso los han “elegido” en una farsa de elecciones judiciales que costó 50 millones de dólares y que contó con la complicidad de los organismos internacionales. ¡Qué manera de hacer historia!