Revista Talentos

De días padres y otras cuestiones

Publicado el 20 marzo 2016 por Perropuka

De días padres y otras cuestiones

Pollo a la María, un platillo padrísimo por donde se lo mire


Ayer, 19 de marzo, se celebró el Día del Padre (lo que era antes festejo exclusivo de los carpinteros, de los trabajadores de Radio y de algún otro gremio que no recuerdo, a quienes solo mencionan por chiripa) en todo el país y con profundo pesar voy constatando que se está convirtiendo en otra costumbre comercial, muy al estilo del Día de la Amistad, con tarjetita y todo. Uno pasaba por alguna céntrica avenida y no faltaban los peluches, plumafuentes y otras baratijas más o menos masculinas para que la prole conquistara el corazón de su progenitor a las carreras. Todo se vuelve tan inspirador que alguna empresa de repostería sacó la promoción del día con su paquete especial de empanadas y tortas en un coqueto canastito de mimbre. Las tiendas de artículos deportivos aprovechan la ola siguiendo la estela de las vitrinas de alta moda masculina que están dispuestas a vestir de los pies a la cabeza a todo varón adulto a precios fabulosos.

Como vivimos en tiempos blandos no faltaron los comités del festejo permanente, especialmente en instituciones públicas que les montaron el desayuno con salteñas, refrescos y otros bocados a sus trabajadores que tenían la suerte de ser abnegados padres, así sean primerizos. Todos estos homenajes ocurrieron el viernes y en muchos casos les dieron la tarde libre para que vayan a visitar algún parque con sus retoños. En un gesto de justicia arrebatador, el ente deliberador conocido como Concejo enmendó el error histórico de solo homenajear a las madres en su día: desde hace pocos años, también los taitas son condecorados con la medalla que lleva el nombre de un cura. Muy padre, ¿no? (entiéndase a lo mexicano, mis cuates). Como todos los sábados, en el barrio esperamos el arribo del camión basurero a media mañana; hasta el mediodía estuvimos pendientes hasta que recordamos que nunca viene en días feriados. Por culpa de unos cuantos padres se dieron el asueto también los obreros municipales. Tremenda hazaña la de ser padre. Lo que la naturaleza manda había sido motivo de festejo y más aun de reconocimiento. No importa si aumentar la prole desmesuradamente sea atentatorio contra el futuro de esa misma prole. Ni una sola campaña de concientización llamando a la paternidad responsable, planificación familiar o cosa parecida. Más bien, hasta da la impresión de que se premia a los más prolíficos, con la cantaleta de haber sacado a tantos hijos adelante. Cuando tengas hijos vas a saber lo que es canela, me han retrucado no pocas veces. Como no se me antoja ni siento el llamado de la especie, prefiero guardar mis genes y que el mundo se espere.De días padres y otras cuestionesEl que no se hizo esperar ni un ratito fue mi apetito el cual fue invitado a otro opíparo almuerzo de fin semana. Esto se va haciendo costumbre que he empezado a adorar los sábados: si no cae una parrillada siempre hay otro manjar que degustar. Tal vez sea la suerte de contar con una extensa parentela,  porque amigos más bien pocos me quedan, mucho peor desde que ya no pinto nada en sus vidas de ejemplares jefes de familia, como si uno quedara automáticamente fuera del juego. Así que no sorprende que las llamadas telefónicas sean cada vez más remotas como si fueran de extraños. Que se queden con su extrañeza, si quieren. Entretanto me concentro en mi lado de la mesa, contemplando el vino con el que íbamos a brindar por tan magno dia.


De cualquier manera, y en esto no tengo nada que objetar, mi prima María René quiso agasajar a su marido y, de paso, a los “futuros padres” como nos señaló a mí y a su hijo adolescente. Ni hablar, le dije, por el momento me basta y sobra con ser padre de mis vicios. Sonreímos y continuamos con la comida. Parecía picante de gallina pero solamente tenía la pinta y el color. Mira que no me gusta tanto el pollo pero me estoy “sacrificando” por lo delicioso que está, le comenté; y a fe mía que la carne estaba tan bien sazonada y suavecita que daban ganas de repetir. Había devorado el plato como si fuera a dedo limpio. Me parece poco respetuoso dejar el plato a medio comer, dicho sea de paso. De ahí que no ando picando cualquier bocadillo antes de sentarme a la mesa. El regusto del chuño terroso y el aroma del perejil picado revoletearon en mi cerebro toda la tarde. Ni con postre de frutas y vino con tonos afrutados (eso decía  en la etiqueta) se me borró aquella impagable sensación. Que venga la segunda.

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