Juan José Morales
Pero la abdicación del rey Juan Carlos en favor de su hijo Felipe —que subirá al trono con el apéndice VI tras su nombre de pila—, desató las demandas de acabar con la monarquía, que ya cumplió su transitoria función y nada tiene que ofrecer al pueblo español.
Oficialmente, el tal Juan Carlos, que aquí parece decir adiós al trono de España, según la ley debía ser llamado —no es broma ni burla— Su Majestad, el rey Don Juan Carlos Primero de Borbón, Augusto Señor, Rey de España, de Castilla, de León, de Aragón, de Mallorca, de las Dos Sicilias, de Sevilla, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas Canarias, de las Indias Orientales e Indias Occidentales, de las Islas y Tierra Firme del Mar Océano, Soberano Gran Maestre de la Insigne Orden del Toisón de Oro y Gran Maestre de todas la órdenes civiles y militares del Estado.
A diferencia de otros reyes que mantienen cierto buen nombre y dignidad ante sus coterráneos, el prestigio del tal Juan Carlos anda por los suelos, y muy merecidamente, pues resultó ser un pillo de siete suelas, que de mendigo pasó a multimillonario gracias a los sucios negocios que ha venido haciendo casi desde que fue coronado.
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