Revista Diario

De espaldas al mar

Publicado el 03 julio 2018 por Evamric2012

DE ESPALDAS AL MAR


Éste está siendo un verano extraño. Me fundo con tu voz por las paredes, y tus manos me acarician la nuca y la espalda como invitándome a bailar contigo sobre la espuma de las olas. Hemos bailado tanto juntos, y cuán poco nos ha importado que nos pisáramos los pies y que en el fondo nos gustase siempre más bailar sueltos.
Sabes cuánto me gusta el calor, y sucumbir al roce de tu piel bañados entre el sopor y el sudor de esos tibios rayos de sol que anhela el viento que alborota sin querer los sentidos. Y que dejarse querer sin querer no haya cosa más dulce, pero me molesta hasta ese dulzor pegajoso y empalagoso que emana de tus manos queriendo resucitarme a toda costa. No envidio tu alegría porque ni me llena ni me alivia. Menos aún tu indiferencia que es un calco de la mía, ni tu desprecio que es una arruga más de tu piel, ni tu cariño que se deshace en un segundo en mis entrañas, ni la espera de amigos nuevos, ni la esperanza que me vendes y me queda grande.

El asfalto sangra un oscuro alquitrán en el que los peces que no boquean ya se han ahogado, y en mi balcón lloran los misiles, símiles de bocas suicidas que me regalan besos que luego vendo en mercadillos bajo una luna que también anda hastiada de besar a sus estrellas y al firmamento entero, gimiendo atada de manos y pies bajo sus lágrimas rojas tapiada de ilusiones.

Cuando amanecen las realidades, me pongo a lamer el viento, sin vocación, y me escampo en esas motitas de un laberinto en el que algunos escuálidos rayos de sol me bañan la cara de lunares.

Me gustaría poder rociarte bajo la manguera con las palabras alegría, estrella, luz, amor, enamorada, amante, falda, lengua, tacones... pero se quedan almidonadas en cada sílaba que pronuncio.

Quisiera alegrarte la vida, a ti, y a ti que me estás leyendo también, y sólo puedo conformarme con alinear palabras, con obligarme a escribir un laberinto de letras sin importarme siquiera que lleguen a gustarte o no, a que me las escupas a la cara, o a que me reproches mi tristeza, o la melancolía que no le pega nada bien a la languidez y la dejadez de este verano.

Pero el caso es que ya ni me importa no venderte una felicidad que no me sale, forzarme para que me leas en una tinta ajena a la mía, como me la refriega quedarme sola con ellas, mis palabras, las palabras, llenándome en su silencio.

Hoy tengo la barca anclada en la arena... y de espaldas a la Mar.


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