Hay noches, que cálidas como las sombras, nos atan al pérfido abandono de unos besos de azúcar. Nos hacen olvidar la crisis, el presente, los enquilosados pasados, y nos cuelgan al abismo de un futuro.
La huida siempre ha sido su refugio, el lugar idóneo donde partir para sobrevivir ante aquellas verdades que casi siempre acaban en falacias. Pese a ella, regresa siempre a los puntos de partida, como un vuelco necesario para saber que existió en alguien o simplemente sigue existiendo.
Nunca le ha costado hacer las maletas, tal vez porque nunca las acaba de deshacer. Siempre a punto para tomar ese avión, ese tren, esa nueva quimera.
Nunca carga con nada superfluo. Tan solo un par de vestidos, ese traje de chaqueta, los tacones, las bambas y los vaqueros.
Es fácil hacer una maleta cuando has pasado media vida viajando, es como lavarse los dientes o mirar el reloj, se dice cuando ha terminado de empacar.
Lo vital, lo importante, siempre lo lleva en los bolsillos....
O dando vueltas, y rodando y girando en su cabeza.
Y es como su sonrisa.
Ésa que ya solo regala a quienes la merecen.
Al igual que la llave que abrirá la puerta, la mirada puesta, y ese nuevo desafío con el que abrirá mañana los ojos al despertar.
Et oui, tu es toujours, et plus, mon manège à moi...
P.S. Sé que los tengo muy abandonados. Aunque los leo a todos, aún no pude comentarlos como se merecen. Blogger me va fatal... y mis viajes tampoco arreglan nada ;)