Quien escribe estas líneas confiesa, de antemano, su poco gusto por el deporte de masas, tan de moda. Una de las razones contundentes radica en su carácter un poco primitivo, brutal y lleno de testosterona. Además de que no parece muy viril ver veintidós hombres en pantaloneta. En fin… haciendo asociaciones al respecto, el reciente incidente del jugador uruguayo Luís Suárez expulsado del mundial Brasil 2014por morder a un par italiano, nos trae al recuerdo, otro hecho violento sucedido en los mundiales. Además es un acto que raya con lo surreal, lo que emparenta para los lectores de este blog, con el caracter muchas veces absurdo de aquella corriente literaria, como metiendo sus narices en éste juego, tan parecido a veces una religión.
Hace cincuenta y dos años, durante el mundial de Chile 1962, se dio el partido más violento de las copas mundiales de fútbol, refrendando el carácter violento de este juego. La exaltación de los sentimientos nacionalistas, se manifiesta en forma de celebraciones ruidosas, golpes en las canillas y muchas veces, verdaderas batallas campales y, hoy día, hasta mordiscos.
Como decíamos, el campeonato mundial de fútbol de Chile en 1962, se dio en circunstancias un poco penosas para el país austral, que había quedado golpeado por el terremoto ocurrido en la ciudad de Valdivia, en 1960. La austeridad entonces fue la nota reinante en aquel magno evento deportivo. La selección italiana debía jugar con la selección anfitriona en el Estadio Nacional de Santiago. Días previos al juego, una nota de prensa de un par de periodistas italianos encendió la furia nacionalista. En dicho texto, los dos reporteros comentaban el clima de derrota y patética desolación que, según ellos, se respiraba en Chile. Pintaron con los más grises adjetivos, un deprimente cuadro de la atmosfera de subdesarrollo, miseria, desolación y mal clima del país anfitrión de aquella copa mundial. La reproducción de la nota por el diario El Mercurio, cayó como un balde de agua helada para los chilenos.
El día del encuentro los italianos, conscientes de que sus compatriotas deslenguados habían desatado la furia de los australes, entraron lanzando claveles en símbolo de paz. Los aficionados chilenos les tiraron el regalo en la cara. A menos de veinte segundos de darse el pitazo inicial, se dio la primera falta. Vendría, como un efecto dominó, una serie de provocaciones cada vez mayores hasta desatar una verdadera batalla campal, en la que tuvieron que intervenir los carabineros. Aquel día el fútbol y el boxeo se juntaron en la cancha del Estadio Nacional de Chile, en la figura de dos jugadores: el defensor italiano Mario David y Leonel Sánchez, puntero chileno primogénito de un boxeador. A pesar de todas estas muestras de hombría, Chile derrotó por dos goles a Italia. Así se selló la Batalla de Santiago.
El delantero Luís Suárez, en Brasil 2014 fiel al espíritu feral digno de una batalla épica, paradójicamente también contra Italia, asestó una dentellada canina en el hombro del defensor Giorgio Chielini. Como en toda batalla, el honor y la dignidad parecen quedar de lado, ante el ideal primero, conseguir y mantener un resultado a favor del equipo, aunque tenga que defenderse, literalmente, con los dientes.