De la Naturaleza del Periodista

Publicado el 02 septiembre 2011 por Fabianscabuzzo @fabianscabuzzo

Javier Darío Restrepo dice que hablar de ética periodística es entrar en los terrenos de la utopía, pero él entra de lleno y, luego de dos sesiones, uno de los conceptos más abstractos se convierte de pronto en materia, en práctica, en reflexión y ejercicio.

La ética es algo muy personal. Lo que es ético para cualquier persona podría no serlo para mí y viceversa. Después de escuchar a Javier Darío en Cartagena de Indias me quedó claro que la ética se construye día tras día a sabiendas de que la obra no terminará y a sabiendas de que está permanentemente expuesta: “la ética tiene que ver con la vida, y la vida se reinventa todos los días”.

Para llegar a esa conclusión inevitable, advierte el maestro, debemos saber cuál es la naturaleza del periodista, porque ser ético es fiel a esa naturaleza. Y cita las palabras de Aristóteles: ética es obediencia a la propia naturaleza. Y las de Savater: la ética comienza cuando aparece el otro, la ética da las normas que definen la relación con el otro.

Así empieza el taller, buscando en la experiencia de los participantes y en los ejemplos a los que Javier Darío nos fue enfrentando. Como en una lluvia de ideas, todos aportamos lo que creíamos era correcto e incorrecto para y en un periodista. Parecía que el taller se iba de las manos, pero bastaba una frase o un concepto del expositor para recopilar y ordenar las ideas caóticamente expuestas.

Entonces empezaban a caer todos los veintes… y, debo confesarlo, siguen cayendo.

La naturaleza del periodista es, a semejanza de una estructura atómica, la verdad como núcleo rodeada por tres órbitas en las que transitan, primero, independencia; segundo, responsabilidad y tercero, servicio a la sociedad. Javier Darío nos pide que, trabajando en equipo, escribamos tres elementos fundamentales para un código de ética. No andamos tan mal. Mi compañero de equipo, Eduardo Junqueira, de la revista Veja, de Sao Paulo y yo, escribimos: “El periodista debe buscar y decir la verdad de los hechos. Asumir en todo momento la responsabilidad de lo que escribe de frente a la sociedad. Derecho de réplica”.

Las coincidencias con los conceptos de los demás son extraordinarias, pero destaca uno que mencionan todos los equipos: verdad.

Después, Javier Darío habla sobre lo que ha descubierto al estudiar más de 48 códigos de ética de periódicos y asociaciones de todo el mundo.

El punto de convergencia de todos ellos es que el periodista debe entregar la verdad. Si el periodista no está para entregar la verdad, su profesión carece de sentido. La palabra que se asocia a médico es salud; a juez, justicia; a maestro, educación. La palabra asociada a periodista es verdad.

“Todo nuestro trabajo”, dice Javier Darío, “todos nuestros refinamientos técnicos, tienen que estar al servicio de la entrega de la verdad”. Por eso, “cuando encontramos y revelamos la verdad, vivimos los momentos más satisfactorios de nuestra profesión y de nuestra vida”, del mismo modo que “enfrentamos los momentos más tristes cuando descubrimos que fuimos engañados.

Pero lo que ofrecemos los periodistas son “migajas de verdad”, mismas que la gente nos reclama porque puede creer en nosotros. Cuando todas las demás instituciones fallan se acude a la prensa, ya no tanto en busca de verdad sino de honestidad, la de la gente que entrega las verdades cotidianas.

Las verdades que cubrimos, continúa Javier Darío, son por lo general humildes pero no desdeñables. La historia está hecha de miles de esas verdades, como de miles de hilos imprescindibles en el que cada uno aporta color, textura, tamaño, diseño… Los hechos que los periodistas cubrimos son parte de esa historia colectiva, y por eso lo que escribimos debe ser exacto.

Los velos de la información

Ahora el taller se apoya en gráficas, más bien una gráfica por demás sencilla. A la izquierda, un ojo, el ojo del periodista. Frente a éste, cuatro velos; al final, la noticia. ¿Cuáles son estos velos o límites?

En primer lugar, los límites del emisor, determinados por los sentidos, la cultura, los intereses y la formación. También, los intereses del medio: intereses, régimen y técnica. Después, los intereses de las fuentes, desde las que se asustan hasta las que son tan lúcidas que manipulan. Y por último los límites del receptor, incluyendo los prejuicios y los sentimientos.

No es, pues, fácil. Las circunstancias son variables sin parámetro ni patrón, pero es aquí donde entra la primera de las órbitas que gira en torno a la verdad: la de la independencia.

Un periodista sin independencia, nos dice Javier Darío, es como un cirujano con mal de Parkinson; son términos que se contradicen, y periodista no independiente es igualmente contradictorio. “Con mi independencia protejo la verdad, es lo que me permite que la entregue intacta al público… la base de la credibilidad de un periódico está en su independencia… y la credibilidad es un elemento de supervivencia del medio, incluso empresarial, porque está defendiendo lo que es su verdadero capital: el receptor”.

Entre los muchos peligros que acechan a la independencia del periodismo destaca la cuestión del salario, y el periodista tiene el “deber ético” de defender un salario decente para no poner en riesgo la buena información, la entrega de la verdad.

También la vanidad es peligroso enemigo de la independencia: “Lo nuestro no es un poder, no somos el cuarto poder. Haber tomado en serio esa mentira de que somos el cuarto poder ha hecho mucho daño, porque se entiende el periodismo como poder y no como servicio”.

Y qué decir, por supuesto del miedo. Javier Darío relata una experiencia de Rafael Pérez Reverte en Sarajevo, cuando los periodistas esperaban el autobús que los llevaría al frente. “Allí íbamos todos”, recuerda el afamado escritor español, “con nuestros miedos a cuestas… ¿de qué está hecha el alma del periodista? ¿es que tenemos alma de suicidas? Es la simple lealtad a la naturaleza de nuestro oficio, que no tiene nada de heroico, sino que es apenas natural”.

¿Vale la pena?, pregunta Javier Darío trayéndonos de vuelta al taller. Tras el sí como respuesta unánime, insiste: la independencia no es algo que se recibe de una vez, se construye todos los días; si no la construimos, retrocedemos. La independencia explica la razón profunda de la libertad de prensa, y “la libertad de prensa nace en el alma de cada periodista”.

Pero hay otras dos órbitas que circundan la verdad, la responsabilidad y el servicio a la sociedad. En cuanto a la primera, dice, nunca se justifica una noticia si puede poner en peligro una vida humana. Y para explicar la segunda, se refiere a dos clases de periodismo. Uno es el alto, siempre inspirado por el interés público. El otro es el periodismo “bajito”, aquel que está al servicio del medio, del jefe político en turno o del propio periodista.

Antes de terminar, un maestro cita a otro, Tomás Eloy Martínez. El periodismo, ha dicho el escritor y periodista argentino, “no es algo que uno se pone encima a la hora de ir al trabajo, es algo que duerme con nosotros, que respira y ama con nuestras mismas vísceras y sentimientos”. El periodista, a su vez, “no es una mera polea de transmisión. Lo que escribo es lo que soy y si no soy fiel a mí mismo, no puedo ser fiel a quienes me leen. El periodista está obligado, en todo tiempo, a pensar en su lector, alianza de fidelidades a su propia conciencia, al lector y a la verdad. Al lector se le respeta con la información precisa; el periodismo no es un circo para exhibirse, sino instrumento para pensar, crear, para ayudar al hombre en su eterno combate por una vida más digna, más justa. A semejanza del artista, el periodista es creador de pensamiento.”

Estas son, concluye Javier Darío, “verdades inmodificables, que se aceptan o se rechazan”. ¿Estamos en terrenos de la utopía?

Por Laura Castro,  jefa de redacción de la oficina en México del diario El Informador de Guadalajara.
Javier Darío Restrepo imparte talleres de ética periodística, siendo reconocido en todo latinoamérica por sus aportes a este tema. Publicado por Sala de Prensa.