No es un secreto que, cuando nace el primer retoño, unas de las cosas que más hacemos los padres primerizos es hacer fotos. Fotos durmiendo, fotos comiendo, fotos cambiándole el pañal, fotos del primer paseo, más fotos durmiendo… fotos de todos los meses, de todos los eventos familiares, fotos de todos los logros del pequeñín. Fotos y fotos hasta la saciedad. Quien inventó la cámara digital no sabía lo peligrosa que puede llegar a ser en manos de padres, tíos y abuelos primerizos. Yo me junté con miles de fotos del Mayor.
Luego llega el segundo y el número de fotos decrece considerablemente. Ahora, para hacerle una foto, tenemos que proponérnoslo. Con el primero, yo tenía la cámara siempre a mano, no se me fuera a escapar ese amago de sonrisa. Pero con el segundo, tenía que esconderla, no fuera a ser que al primero se le ocurriera hacer de fotógrafo en prácticas y se le cayera el artefacto de sus pequeñas manitas. Así que, muchas veces, entre que el segundo hacía algo digno de retratar y yo buscaba la cámara, ya había pasado el momento. Y esto si la foto es sólo al nuevo bebé. Hacerles una foto a los dos hermanos juntos me costaba amenazas, sudor y lágrimas. Y, a veces, ni por ésas.
Con el tercero, la cosa empeoró. Tengo que proponerme firmemente hacerle una sesión de fotos al mes. Elijo un día al azar y esa mañana le hago 50 fotos. Así me aseguro de que él también tiene imágenes de su primer año de vida. Es triste, pero es lo que a mí me funciona. Cuando crezcan, tendré que oír quejas sobre el número de fotografías tomadas a cada uno (discusión en la que el Pequeño gana de goleada, pues será el que menos fotos tenga). Estoy concienciada de que va a pasar y estoy empezando a prepararme para ello. Ahora bien, por lo que no estoy dispuesta a pasar es por saltarme un mes de mis bebés sin fotografiarles. Así que, como decía, una sesión de fotos al mes. Toda para él.
En cualquier caso, siempre llega un momento en que te preguntas qué hacer con tal cantidad de documentación gráfica. Porque, claro, las fotos las hemos hecho para algo más que para guardarlas en una carpeta del ordenador. Yo hago varias cosas para preservarlas. Las guardo en un disco duro, las copio a un CD (o dos o cuatro…) y, además, hago un álbum digital del primer año de cada uno. Habrá quien piense que me paso. Y quizás tenga razón. Pero es que se oyen tantas cosas de virus que te escacharran el ordenador y lo pierdes todo (fotos incluidas), CDs que se rallan y no se pueden leer… En fin, esas bromas de las nuevas tecnologías y la informática. Como decía el refrán, ande yo caliente, ríase la gente.
CONTRAS:
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La organización. Es un rollo. A veces me armo de paciencia y ordeno todas las fotos. Pero al poco tiempo me junto con otras tantas fotos que hay que ordenar. Qué pereza empezar de nuevo…
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Hacer las copias de seguridad. Otro rollo. El ordenador me ordena las carpetas cronológicamente, pero cuando las paso al CD, aparecen en orden alfabético. Ya no sé cuál está copiada y cuál no. Doy mil vueltas, no vaya a ser que borre una carpeta y me quede sin ella… para siempre…
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Cuando haces fotos, parece que nunca habrá bastante. Le hago una, pero ahora le hago otra porque ese gesto en la otra no lo tenía. Y ahora otra por si acaso. Cuando pasa el tiempo y las veo, me doy cuenta de que son tres fotos prácticamente iguales del mismo momento.
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Con el primero, le haces una foto y ya está. Cuando tiene hermanos, siempre buscas una de todos juntos. Con dos hijos, esto es difícil, pues cuando uno no está llorando, el otro sale con los ojos cerrados. Pero cuando tienes tres, al menos en mi caso, es misión imposible… y eso que el Pequeño ya se sienta solo y no hay que sujetarle. Pero está empezando a gatear. Así que cuando consigo que el Mayor no ponga caras raras y que el Mediano levante la cabeza (fotos de su coronilla tengo a patadas), me encuentro con que el Pequeño ha decidido explorar mundo y en la foto sólo se aprecia su culo escaqueándose.
PROS:
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Por muchas fotos que haga, por muy parecidas que sean, siempre pienso que eso es mejor que no haber hecho ninguna.
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A veces, cuando echo de menos a los bebés que fueron mis Trastos, vuelvo a por los álbumes de su primer año. Puedo verlos una y otra vez. No me canso nunca. Me entra la nostalgia. Ya me avisaron de que los niños crecen rápido, pero nunca me imaginé cuánto.
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Me encanta hacer fotos. Si son fotos de mis hijos más. Tengo mucho que aprender, pero sigo intentando hacer mejores encuadres. Quizás algún día consiga hacer fotos perfectas. Otra cosa más que me ha traído la maternidad y que le tengo que agradecer a mis hijos.
Conclusión: voy a seguir haciendo fotos. No importa cuántos CDs más tenga que comprar. No importa el tiempo que pase intentando hacer una buena foto. No importa que me pase horas ordenándolas en carpetas por orden cronológico. Nada de eso importa. Lo importante es retratar los momentos que pasamos juntos. Aunque más importante es no perderme cómo crecen, ya sea con una cámara al lado o sin ella.