Dicen que todas las mamás dijimos que no haríamos cosas que hacemos y es más o menos cierto.
Me cae mal cuando eso se usa para hacer pasar "algo" como si fuera imposible o como si fuera pura pose el mencionarlo. En esta lista incluyo, por ejemplo: "Cuando sea mamá no le voy a dar comida chatarra", "... no lo voy a entretener con la televisión", "... no le voy a prestar el celular".
"Eso dices ahora, pero ya verás", advierten los entendidos, como si fuera imposible cumplir estos propósitos. Y son bien posibles. Solo que hay que tener en cuenta dos cosas: cuánto nos importan y cuál es nuestro estilo de vida.
- Tal vez algunas mamás descubran que algo les parece mucho menos importante ahora. En ese caso, no solo se vale hacer ajustes, sino que sería incongruente no hacerlo.
- Cada familia tiene un modo de vivir, con prácticas que se van volviendo costumbres: si algo es parte de la vida de papá y mamá, difícilmente no será parte de la vida de la criatura.
Luego están los "siempre" y los "nunca". Estas palabritas, sobre los hijos o sobre lo que sea, hay que decirlas con tiento. Sin embargo, vuelvo a lo que mencioné sobre cuánto nos importan las cosas que nos proponemos y agrego otra cuestión -relacionada con el estilo de vida-: nuestra forma de ser. Hay quien dice "yo nunca voy a pegar a mi hijo" y nunca va a hacerlo.
La "forma de ser" me lleva a otra cuestión: una cosa es lo que queremos hacer y otra cómo queremos ser. Antes de tener hijos podemos tener una idea clara de cómo queremos ser como mamás, pero no podemos saber a ciencia cierta lo que resultará de la mezcla entre el quiero y el puedo. Yo quería ser un dulce: una mamá relajada y super linda. No consideré que para ello necesitaba ser una persona relajada y super linda. No lo soy. Tengo otras características apreciables, pero esas no.
También están los dichos en los que la mamá no se refiere a sí misma, sino a sus futuras criaturas, como en el famoso: "mis hijos no van a hacer berrinches en público". Estos dichos no deberían cumplirse si parten de la ignorancia de cómo es el desarrollo de niñas y niños, así como de atribuir características a una criatura a quien todavía no se conoce.
Mi taco de lengua es comer chocolate a escondidas. En mis sueños, educaría a la criatura para aceptar que yo como algo que ella no -no en ese momento, no en la cantidad que yo estoy comiendo-. Pero pide, insiste, siento feo no darle... Así que he comido chocolate en el baño.
Silvia Parque