Revista Diario
De lluvia, dimisión y bailes
Publicado el 01 febrero 2013 por Evamric2012Amanda se había levantado aquella mañana con ganas de zamparse el mundo, con el apetito despierto de croissants calientes y de relamerse luego a lengüetazos la mermelada. Un buen café caliente, aquel chubasquero que compró en Asturias, y con los labios pintados de un malva rojizo se echó a la calle. El día había amanecido grisáceo y plomizo, lluvioso y escandalosamente mediocre, pero era viernes. –se dijo. Y pensó en su amigo JLO y sonrío, la lluvia nunca fue una excusa los fines de semana y la mediocridad con la que solía venir a insultarle a su balcón todos los días, le acabó dando la razón al argentino. Le dio la espalda y abrió la puerta. Con los titulares en la mano, en el bar de siempre, sólo se ocurrió pensar en la palabra DIMISIÓN. En el descaro con el que se pavonean los chulos que nos gobiernan y la Monarquía bananera instaurada bajo el nacional catolicismo. Y le entraron ganas de calzarse le Bonnet phrygien de Marianne y salir a guillotinar cabezas. Pero entendió la fatiga acumulada en los rostros que vio, la inercia en las bocas cansadas de gritarle al viento vituperios e incomprensiones, las manos que se arrugan ante tanta ignominia.Entendió la libertad de ese preciso instante, como la de una puerta abierta a los errores, la del orgullo del error bien cometido, la que conlleva el saberse felizmente equivocada y seguir pertrechando y tropezando en cada fallo nuevo, la alegría al verse caer y levantarse de nuevo, sin rumbo hacia ninguna parte si no hacia uno mismo.Por la noche saldría de nuevo a cualquier antro, si bien inmóvil en algún recostado rincón, con la sonrisa de siempre colgada en el cuello de esa nueva camisa por estrenar, o en labios ajenos que se la devuelvan al paso, y a la espera de esa mano que le devuelva la sonrisa.Con el paso del tiempo Amanda acaba por entender que de un hombre ya sólo espera que le arranque la sonrisa, y que de no saber bailar, se apunte a clases de baile.Para que baile con ella cuando se lo pida, en cualquier insólito lugar y a cualquier hora, que giren y giren en esa noria hasta acabar de perder la razón ante las miradas cuerdas de los ladrones de sueños. Porque un baile, y una sonrisa, no se le niegan a nadie, y los vivos ya tendrán tiempo de danzar sobre su tumba, de escupirle y de olvidarla.