Hay una diversidad de motivos por los que puede gustarme una película; gracias a eso, me gustan también las malas películas; incluso muy malas películas. Son una buena opción, por ejemplo, para ver mientras se está cenando en compañía; así es posible poner atención a la comida y no importa interrumpir con la conversación.
Con el repertorio de malas películas en mi experiencia, concluyo que, de lo peor que tienen, es ese pedacito en el que los personajes viven un proceso y pasa el tiempo, mientras la audiencia oye una cancioncita.
Silvia Parque