Revista Literatura

De los de antes

Publicado el 24 septiembre 2012 por Netomancia @netomancia
Cuando le fue a pedir explicación, el hombre espetó con firmeza "soy un guapo de los de antes" y con dicha aseveración concluyó la discusión. Pero para Gutiérrez aquella respuesta no era suficiente. Lo persiguió media cuadra y lo tomó del cuello.
De inmediato comprendió que no debió hacerlo. Su oponente se quitó con facilidad las manos de encima y con un codazo le partió la nariz. Gutiérrez cayó al suelo, golpeando con estrépito todo lo largo que era. La espalda recibió el impacto con flaqueza, escuchándose un ¡crack! tan claro como un relámpago en una tormenta.
Cerró los ojos a causa del dolor y esperó que aquel hombre terminara de rematarlo, pateándolo mientras él estaba tirado, sin posibilidad de levantarse. Sin embargo la voz del otro lo sorprendió.
- Quédese en el sueño, es lo mejor. Por el ruido que hizo, se ha quebrado una costilla. Ahora le llamo una ambulancia. Aguántese el dolor 'mijo.
Otra no le quedaba. Al fin de cuentas, si había que buscar un culpable, un detonante de la situación que estaba viviendo, era él mismo. Aunque también algo de responsabilidad había en su novia. Porque ella había sido quién a la salida del cine se encaprichó en que la llevara a su casa en lugar de ir a cenar como tenían previsto. Y todo porque él había sugerido que luego de la cena, pasaran la noche en un telo. ¿No lo habían hecho ya varias veces?
No le había gustado nada que cambiara los planes, pero menos que hiciera esa escena delante del cine. ¡Cómo para no darle vuelta la cara de un cachetazo! Y después aparece este tipo y lo empuja, la toma del brazo a la novia, la mete en un taxi, le arroja un par de billetes y le dice al tachero: "Llévela a la casa". ¡Cómo si fuera el dueño! O peor aún, el novio.
Y ahora estaba a un par de metros, dándole la espalda, mientras hablaba por el celular, pidiéndole una ambulancia.
Gutiérrez había recobrado la ira de minutos antes al recordar lo sucedido. Ya no le importaba que el "guapo de los de antes" le hubiera demostrado su fuerza al romperle la nariz, y al mismo tiempo, su sentido común, al no seguir peleando y optar por ayudarlo. Pero ciertas personas tienen una sola visión de las cosas, como el caso de Gutiérrez.
Desde el piso estiró su brazo hasta alcanzar una baldosa suelta. Con sigilo se puso de pie y avanzó hasta el hombre que hablaba con el hospital. Levantó el brazo en alto con la baldosa apresada entre los dedos y cuando a punto estuvo de soltarlo, con violencia y sin piedad, la costilla rota chilló por el esfuerzo.
Además de proferir un grito de dolor, se desplomó otra vez al suelo, cayendo con fuerza sobre el lado sano. Otro ¡crack! resonó en la noche. El otro hombre, alertado por el grito, giró sobre sus talones y se puso en guardia. Al ver el cuadro del hombre desplomado, la baldosa en aún en la mano, dejó de tenerle compasión.
- Pronto vendrá la ambulancia - le dijo y luego caminó hacia la calle.
Detuvo un taxi y se subió.
- Dígame - dijo al conductor - ¿Es posible que me averigüe la dirección a la que se dirigió una joven si le paso el número de taxi en el que subió?
- Depende.
- ¿Trescientos pesos es poco?
- Un minuto y le digo.

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