Revista Diario

De los problemas y cómo afrontarlos, además de mucha paja

Publicado el 10 febrero 2014 por Iagovar

A veces me fijo en los problemas que tienen los demás y me pregunto si tengo suerte porque mis problemas no son tan graves o por mi tendencia a no preocuparme más de lo necesario. Soy un poco quejica, pero en general tiendo a no sobresaltarme ni perder el sueño.

Puede suceder que haya problemas que persisten mucho en el tiempo. Problemas que sabes que o no van a desaparecer, o que tienden a incrementarse. Lo peor, quizá, es que no dependa de tí que se resuelvan, aunque seas tú quien se come realmente el marrón. En mi opinión lo mejor ante una situación así es aceptar ese problema como una parte de tu vida y dejar de soñar en cómo sería tu vida si ese problema no existiese, mientras trabajas para tener más alicientes que lo compensen. Me parece la actitud más sensata.

Esta actitud tiene, además, un punto muy positivo. Si es un problema jodido, te fortalece. Te hace más capaz de enfrentarte a retos, le quitas valor a cosas que asustan a otra gente. Eres capaz de enfrentarte a cosas con calma y reflexión donde otros sólo manejan miedo.

Por supuesto, no soy siempre así. No sigo siempre mis principios, no hago siempre lo que sé que tengo que hacer, no actúo siempre reflexivamente, la cago, cometo errores, hay cosas que me producen miedo y hay situaciones que he enfrentado mal. Pero siempre, siempre, acabo reflexionando sobre lo que he hecho. No como una forma de castigarme sino como una forma de aprender. No sólo un aprendizaje intuitivo e inconsciente, sino consciente y reflexivo.

Sin embargo, no sé si es la visión que tengo yo desde fuera, encuentro que hay gente que tiene una adicción especial a la desgracia. A flagelarse constantemente. A frustrarse y fermentar artificialmente sus problemas. Yo sé lo que es eso, porque he sido así. He pasado muchos años atormentado por lo que quería conseguir y no podía, por lo que veía a mi alrededor y no me gustaba. Afortunadamente superé esa etapa. No sé muy bien cómo lo hice, si te soy sincero, pero sucedió. Y me alegro, porque vivir así es una tortura.

Sucede que a veces gente con 18 o 19 años me pide consejo. Antes me esforzaba, pero ya no. Tengo la sensación de que hay cosas que no se pueden enseñar, y de que quizá, la forma que tengo yo ahora de enfrentarme al mundo no es un esquema que sirva para una persona de 18 años.

Con esa edad mis mayores preocupaciones eran tener algo de dinero, poder largarme de casa, un poco los estudios, las chicas y ese tipo de cosas. Cosas que sinceramente con el tiempo te parecen insignificantes.

Hoy lo que me da miedo es la vida que voy a escoger. Entras en el mercado laboral, estudias, y la cosa se pone fea. Empiezas a experimentar una realidad de la que antes sólo escuchabas hablar. Hay gente que simplemente se resigna, pero a mí me asusta mucho no saber si la vida después de la juventud es esto o no. Si es este sacrificio monótono y constante para cosas sobre las que hablas, discutes y gastas energía pero en realidad no tienen ninguna importancia para tí. Sentarte en sillas de sitios ajenos y hacer cosas en una pantalla y un teclado que, realmente, no tienen ningún significado en tu vida. Muchas veces trabajando me he preguntado ¿Qué demoniso hago aquí? ¿Qué coño hago aquí gastando ocho horas todos los días?

Últimamente pienso más que de costumbre en esto porque ahora tengo un trabajo que en ocasiones es especialmente desagradable y alienante. Y es curioso porque hay gente en mi misma oficina que se siente realmente afortunada de hacer lo que hace. Me alegro por ellos, de veras, pero para mí el convenio colectivo no lo es todo en mi vida.

Muchos días salgo de allí habiendo perdido casi por completo la fé en la humanidad. Me aislo y hago mi trabajo sin hablar con nadie, porque me saturo de estupideces. Últimamente reconozco que vivo un poco al límite de mi tolerancia.

Sé, sin embargo, que se trata de un sesgo confirmatorio. Mi trabajo es tragar mierda y, cuando se puede, resolverla. Nadie te felicita por un buen trabajo. Las caras de la gente, ciertamente, reflejan hastío, cansacio y un poco de me la pela todo. No es el ambiente propicio para cultivar el optimismo, la verdad. Y menos mal que tengo una extraordinaria capacidad para reírme de las desgracias y hacer chistes y anécdotas de las situaciones tan lamentables que vivimos, porque hay gente que no es capaz y lo lleva realmente mal.

He tenido otros trabajos y creo que, realmente, lo que los diferenciaba era la intensidad en la que estos procesos se producían.

Así que soy consciente del problema, y quiero cambiarlo, pero aún no tengo claro cual es el origen. Podría ser simplemente un problema de perspectiva. Que simplemente sea mi forma de enfocar las cosas y debería ser feliz y sentirme afortunado por no haber nacido en Somalía, como sugieren algunos. Podría ser que realmente lo que necesito es todo lo contrario a lo que he pensado toda mi vida. Hacer cosas que me pongan más en contacto con la naturaleza. Un poco al rollo del movimiento slow down. Cuidar un bosque, vivir en una cabaña, hacer surf. Ya sabes, ese tipo de cosas.

De momento, el diagnóstico que más me convence, es el de la libertad. Necesito ser libre. Al menos, mucho mas libre de lo que soy ahora. Necesito poder tomar decisiones. No grandes decisiones, no creo mucho en la libertad a ese nivel (algún día hablaré sobre esto, y por qué no es sólo una creencia), sino decisiones pequeñas. Aprovechar los días soleados. Escribir o leer al sol. Mudarme cuando quiera. Es decir, vivir un poco hermitaño pero sin renunciar a ciertas comodidades. Es un equilibrio complicado, pero creo que es lo que necesito, no sólo lo que quiero. Hay una diferencia sustancial entre necesitar y querer.

Aunque pueda parecerte un dilema tremendo, no lo es tanto. Afortunadamente, y producto de mi lado sociópata en la juventud, tengo una serie de conocimientos que me permiten ganar dinero independientemente de si tengo un horario fijo o no, y de dónde me encuentre. Y creo que puedo acostumbrarme a vivir con poco dinero. Nunca he tenido mucho, y no soy una persona de grandes lujos, más bien sencilla. Si tuviera mucho dinero probablemente tendría una casa normal, un coche normal, pero me dejaría una pasta en comida, libros, viajes y demás cosas tan poco del homo economicus. También me fascinaría ser un alcalde con mucha manga ancha y mucha pasta, pero bueno, eso es producto de mi fascinación infantil por los Lego y que me encantaría experimentar con la gente y su comportamiento, para qué negarlo. No estudio Sociología por casualidad.

En definitiva, el diagnóstico del problema lo tengo, me falta determinar bien el origen y construír una teoría coherente. Seguramente pensarás que esto es una bobada, pero no lo es. Es cierto que la vida es improvisar, nadie lo niega, pero esto es como hacer un estudio. Necesitas de un proceso inductivo y otro deductivo. Lanzarse a darse de leches con la realidad sin ningun esquema de actuación es una forma muy poco inteligente de hacer las cosas, por mucho que pueda acabar saliéndote bien. No soy una persona tan impulsiva. Me gusta tener referencias, aunque tenga que cambiarlas sobre la marcha, no me importa.

Además, puedo esperar a esto. Puedo aguantar chaparrones de mierda si ya soy consciente del problema. Lo peor es cuando estás disgustado con tu vida y no sabes por qué. Ves, algo bueno iba a tener este trabajo. Te familiarizas con la mierda. Me podría acostar con ella incluso. Todo por la patria.

Seguramente en el futuro enfrente otras jodiendas. Por ejemplo, el asunto de la muerte. Ya tuve mi chungo existencial sobre la muerte, pero supongo que cuando empieza a materializarse, cuando empieza a sursurrante canciones de amor, la cosa se pone jodida. No es lo mismo pensar en la muerte con 26 años que pensar en la muerte con 80, cuando ya flirteas con la idea de llevare a algún hijo de puta, ya que estamos.

Otro problema que voy a enfrentar, es, seguramente, el problema de la inestabilidad. Como jóven actualmente me cago bastante en el mercado laboal y en el contexto de oportunidades que me ha tocado vivir, pero la elección por la libertad que pretendo hacer es una zambullida voluntaria en esa piscina. Según vayan pasando los años probablemente piense que me he equivocado o que quiero formar una familia y ese no es el tipo de vida que necesito. No lo sé, y por eso hablaba de construír una teoría que me sirva para llevar al menos un traje de neopreno, y no lanzarme desnudo al agua, que en el norte está muy fría. Para saber cuándo debo parar, al menos.

Como comprenderás todo esto ni me lo planteaba con 18. De hecho, si le contase todo este rollo a alguien de 18 o 19 años acabaría mirando al infinito y pasando de mí. Hay cosas que no las entiendes hasta que las vives. Si la universidad o el instituto te parecen alienantes, prepárate. La gran empresa te recibirá con los brazos abiertos.

Otra de las cuestiones en las que estoy reflexionando últimamente es sobre las mujeres. He tenido varias relaciones y, en general, con malos resultados.

No soy, seguramente, la mejor pareja que puedas tener. O más bien, no encajo muy bien con el perfil de hombre que las chicas suelen buscar. Para mí una pareja es un medio, no un fin. Y encuentro que para la mayoría de la gente, a tenor de su comportamiento, es esto último. No encajo con chicas que no saben vivir sin un hombre a su lado, porque depositan unas expectativas en mí que no van a obtener. Muchas personas que conozco (muchísimas) dirían que son independientes, pero mire a donde mire no veo tal independencia por ningún lado. La gente pasa gran parte de su vida buscando pareja cuando no la tiene, y de hecho tienden a sentirse mal si pasa mucho tiempo sin encontrar una. Y cuando la encuentran son parejas que tienen un nivel de compromiso muy bajo, y no parece que sean capaces de construír proyectos comunes más allá de, mira fulanito, cuando consigamos un trabajo nos vamos a vivir juntos y que sea lo que dios quiera. Si te soy sincero encuentro muy pocos alicientes para hacer algo así. Si acaso disfrutar del enamoramiento (que no es lo mismo que el amor) y el sexo. Lo primero se acaba y para lo segundo no necesitas pareja.

Fuera del ámbito del trabajo y de la montaña de obligaciones que llueven sin parar cuando uno pasa al mundo de los adultos, a mí me gusta hacer cosas que me apasionen. Esas cosas, además de leer un libro, ver una peli, disfrutar de tostarme al sol y etc, son cosas como investigar sobre el comportamiento de la gente en las páginas de citas online (algo que estoy haciendo ahora mismo y que me pago de mi bolsillo), ayudar a construír un velero (cosa que hice), entrevistar a gente, jugar a hacer política desde fuera de los partidos… no sé. Hay muchas cosas en la vida que son apasionantes porque con ellas construyes cosas, que es de lo que se trata. Es una cuestión de actitud, de no pasear por el mundo para recibir de los demás, sino también para aportar. No importa la forma, constuír es siempre algo que disfruto una barbaridad. Y aquí es donde entra mi forma de ver a una pareja. Yo quiero una pareja para construír la relación y construír muchas otras cosas, pero lo que me encuentro siempre es una actitud pasiva ante la vida, y eso acaba haciendo que todas mis relaciones fracasen. Necesito una compañera que no sea sólo sentimental o sexual.

O fracasan porque me consideran un friki, aunque me digan que soy un tío super interesante y tal (hay mucha pose en esto) o porque esperan de mí que los domingos vayamos cogiditos de la mano al cine. No soporto los planes de centro comercial. No me gusta ir de compras. No me gusta ocuparme de las tareas del hogar por muy en pareja que se hagan. No me gusta pasarme la vida yendo a conciertos y saliendo los fines de semana. Seré raro, pero soy así y disfruto con ello.

En definitiva, estoy aquí soltando un rollo que ya no sé ni de lo que estoy hablando. Pero son las tres y media de la mañana y tengo que madrugar, como todos los días de mi vida. Me temo que lo dejo aquí.


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