Publicado el 31 agosto 2010 por Elcocteldeloscuentos
... que si la vida son dos días y uno se lo pasa lloviendo, hay que aprender a disfrutarlo. Que el encanto de las pequeñas cosas vale, muchas veces, más que el de las cosas grandes. Que el valor que le damos a las historias del día a día y a todo lo que pasa a nuestro alrededor, es lo que finalmente nos hará las personas que somos, y que la manera que tenemos de tratar a quien nos rodea, nos será devuelta como en una cadena... y allá cada cual con su conciencia. Cuando le dijeron que tenía una enfermedad incurable, se dio cuenta que no había pasado suficiente tiempo con Carlos, que se había pasado la vida diciendo que quería viajar a África y que nunca lo había hecho, y que tenía mil planes en una lista de cosas que hacer, de las que no hizo ninguna por decir aquello de "ya tendré tiempo". Y de repente, el cantar a voces en la ducha, hacer de comida un guiso con la receta secreta de su abuela, y un viaje express al mar en un mismo día, se convirtieron en sus deseos cumplidos. Que no hacía falta irse a África para ser feliz en sus últimos días en el mundo, y que quizá los análisis se equivocaran y finalmente la cosa no pintara tan mal. Las reseñas que subir a Babel se me amontonan. Agosto desaparece un año más, pasando en un suspiro. Llega septiembre y esa sensación de que un nuevo ciclo comienza. Pasaré las últimas horas del mes entre los libros de la biblioteca. Tengo suerte.