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De matematicas y amores

Publicado el 27 febrero 2015 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro
De matematicas y amores

De matematicas y amores

Sofía enseña matemáticas en una escuela primaria. Fuma en los recreos, tiene dos o tres alumnos que le prestan atención, los demás se esfuerzan bastante por entender. Cuando dice “En todo triángulo rectángulo se verifica que el cuadrado de la medida de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de las medidas de los catetos”, los pibes se rien de la palabra catetos, tambien se rien de "hipotenusa", pero a ella los enunciados le hacen recordar al amor.

Sofía amó por primera a vez a la edad de quince años, sentada en un banquito individual miraba todo el tiempo hacia atrás, donde estaba sentado Martín, eterno repetidor, poseedor de una moto y un trabajo promisorio en una pizzería. Al principio lo amó en secreto con sus amigas, pero al llegar noviembre, el destino fatal de Martín,el de llevarse más de tres materias, amenazaba con retrasar al morochito pintón. Ahí fue el quiebre, la morocha  se ofreció solita a ayudar al muchacho a pasar de año, el muchacho aceptó, más por no tener nada mejor que hacer que por otra cosa.

La indecencia experimentada llevó a  Martín a proponer revolcones antes de cualquier avance hacia la resoluciòn de cálculos combinados o tan siquiera abrir la tabla periódica. Sofìa recordaba aquella expeciencia como aceptable, pero que de tan deseada le había dejado gusto a poco.

Las tardes se sucedieron, el pibe era una roca, la madre hablaba con Sofìa para agradecerle tal deificación con Martín que “era un muchacho bueno, trabajador pero un poco duro vistes”. Sin embargo a medida que pasaba el tiempo el interés se fue revirtiendo, el hombrecito se desesperaba para saber cuanto era pi y la morochita prefería mirar televisiòn acurrucados. El resultado de esta ecuación era cantado: Martín repitió el año y dejó de intentarlo. Con el tiempo la relación se fue desgastando, mas que nada por iniciativa de Martìn que prefiriò buscar consuelos en otras partes, en algunas partes de otros cuerpos en especial, a pesar de las quejas de su madre con pregunta contìnua ¿La vas a llamar a la Sofìa?

Sofía, más allá de algunos encuentros ocasionales donde se perfeccionó en el arte del sexo aprendiendo a decir si cuando es si y no cuando es no, no volvió a amar hasta cercanos los 21, terminando el profesorado.

“Las fracciones equivalentes tienen el mismo valor aunque parezcan diferentes” repitió Sofìa para un pibe, que no escuchaba bien.  Diò un par de ejercicios para que los alumnos fallaran y se puso a ojear una revista de Avón, para distraerse.

Sofìa y Renzo se enamoraron una tarde fría de mayo. Ella una chica estudiosa que estaba por egresar, a dedicarse a las matemáticas y a los chicos. Èl trabajaba en un banco, su nariz no tenia como primera opción respirar aire. Ella era practicante donde estudiaba el hijo de Renzo, un gordito sin muchas luces que salía corriendo a los recreos por miedo al afano de golosinas. La lluvia o la vida quiso que Renzo la acercara con el coche hasta su casa. Pasaron quince minutos para que el bancario despachara al pendejo y volviera donde Sofìa para tener una tarde romántica.Fueron unos meses donde se la viò más rosadita a ella y menos diábolo a el. Corregían juntos tareas hechas por padres, él compartìa chimentos frescos de la trola de contadurìa, Sofìa ponìa sietes con corazones, Renzo fugaba divisas a paraìsos fiscales mostrando las fotos de las playas, imaginando a la morocha en malla.

La primer carta documento llegó casi en conjunto con el telegrama de despido y la llamada de la trola de contaduría, El coctel de ilegalidad fue demasiado. La tarde de las misivas Renzo llegò más duro que de costumbre, ninguna palabra hacía mella en él. El intento de escapar a los regaños y preocupaciones de nuestra muchacha lo llevò a chocar de frente contra un palo de luz, llevando consigo la vida de un hippie que buscaba clases de guitarra donde se buscaba un gato perdido. Nunca màs amò luego del episodio de Renzo, pasaron algunos padres, un profesor de mùsica y hasta un Pai umbanda golpeando las puertas del corazòn de la morocha, todos sin saber la combinaciòn de numeros que abriera aunque sea el ventrìculo izquierdo.

Algunas manzanas y bombones llegaron para festejar el cumpleaños de la seño Sofìa. La muestra de amor fingido por pibes que buscan un puntito de màs, le recordò que ya habìan pasado ya 8 años desde su ultimo amor.Entre la angustia y el fastidio pensò ese dìa en no enseñar nada ese dìa. Comenzò a juntar sus cosas ¿Habrìa llegado el momento de cambiar su vida? Abriò el cuaderno diario, y el tema a enseñar le dio la respuesta “ el orden de los factores no altera el producto”. Resignada, sacò otra vez sus cosas y pasò lista.

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