Y es que lo primero que hay que decir es que el restaurante ha cambiado de nombre, lo han acortado a DC. Lo segundo, aunque esto es evidente, es que sigue abierto. Habiamos recibido muchos comentarios de que los dueños se habían deshecho del negocio y el restaurante había cerrado pero en realidad sigue abierto con el cambio de nombre ya mencionado; además los dueños ya no se dedican al servicio sino que han contratado camareros.
Otros cambios post-pesadilla están en la cocina. Ahora tienen un cocinero argentino que prepara una carta que no es ni la antigua ni la que preparó Chicote. Una carta que, antes de ir, ya nos comentó Alba, una de los dueños, que tenía unos 100 platos algo que nosotros consideramos excesivo. Aunque el truco es que muchos de los platos son los mismos pero cambiando la salsa, una carta tan amplia es difícil de mantener, más cara para el empresario y menos cómoda para el cliente. En la nueva carta del DC priman las carnes, algunas de corte argentino (entraña, matambre, bife, etc.), complementada con algún pescado, ensaladas, entrantes (huevo, croquetas, pulpo...) y cazuelas (platos de cuchara). A nuestro parecer es algo caótica y desordenada.
Y ahora las impresiones: para ser más imparciales fuimos a comer con algunas de las personas que nos acompañaron en nuestra primera visita. A alguno hubo que convencerle (¿verdad Javier? ;). Por fuera el local está igual, solo el cambio de las letras del nombre y que ahora tiene carteles promocionales que recomendaban probar el "matambre"... luego curiosamente no tenían por lo que se podían haber ahorrado sacar el cartel ese día. Otra cosa que nos sorprendió es que anunciase que no cogían tarjetas, espero que sea temporal porque en pleno siglo XXI un restaurante no puede permitirse el lujo de no admitirlas.
Al entrar, lo primero que te ofrecen tras cruzar la puerta es un copa de cava rosado mientras te sientan en el salón con la decoración modernizada que puso La Sexta y que hace ganar bastante al lugar en comparación con la antigua. El servicio consta de 5 camareros, quizá muchos para un salón tan pequeño, vestidos a la italiana (con chaleco y gorro de chef italiano), son atentos, preocupados por el cliente pero algo inexpertos.
La comida, que es de lo que se trata, ha mejorado, tiene algunos platos buenos aunque a nuestro gusto no merece mucho la pena ya que otros no destacan ni ofrecen nada nuevo. Nosotros probamos:
- Croquetas de puerros. Un plato que si salvamos, por diferente y porque estaba muy bueno.
- Ensalada Mia, también nos gustó mucho. Llevaba una salsa de mostaza muy rica.
Acompañamos la comida con vino. En la carta solo aparece Vino Blanco, Vino Tinto y Vino Rosa, sin más. Al pedir la carta de vinos nos dijeron que no tenían y nos señalaron un estante diciendo nuestos vinos son esos: Viña Eguia, reserva o crianza, no había más. Decidimos pedirlo ya que es un Rioja medio que no está mal y su precio era de solo 11€ la botella de crianza.
El precio final para 6 comensales con café y sin postre fue de 86 euros. No es un lugar caro pero si la primera vez caímos fue por desconocimiento y la segunda picamos por curiosidad. No creo que volvamos.