Luego de 22 días de protestas, los agotados potosinos encabezados por su comité cívico se marcharon de la ciudad de La Paz, entre no pocas lágrimas de frustración. El gobierno los mantuvo entretenidos con maniobras dilatorias que no condujeron a nada concreto, luego les dio el portazo en las narices dando por cerradas las negociaciones sin la firma de ni siquiera la de sus ministros. Como se sabe, por más de una semana los dirigentes estuvieron a la caza del autógrafo de Evo Morales para garantizarles las obras que exigían. Su Excelencia no salió ni al balcón de Palacio Quemado para agitar la manita -su afición favorita junto a la de practicar futbolín a escala natural-, ni mucho menos para sentarse a negociar con ellos. Nunca les dio pelota y, por el contrario, bien que tuvo la oportunidad de estrenar la suya inaugurando otro coliseo en Oruro (con televisación en vivo, como es de rigor), para que sepan los potosinos y el mundo entero que S. E. tiene asuntos más importantes que resolver, antes que estar perdiendo el tiempo en atender a “unos cuantos” que llegaron de tan lejos a fregar la paciencia.
Quisieron los cívicos potosinos agradecer tanta hospitalidad paceña de soportar sus petardos y dinamitazos, de la mejor manera posible: marchando, a manera de despedida aunque de forma más reducida, pues los demás estaban preparando las valijas en el coliseo universitario donde habían pernoctado durante la estadía. Como se estila en estos casos, no faltaron las consignas gritadas en contra del régimen masista. “Ahora ya no más con el MAS, el Evo murió para nosotros” fue repetido hasta la saciedad mientras se oían los últimos fogonazos de los petardos. Luego el silencio se hizo en la larga noche paceña, haciendo honor a su nombre hasta que llegue la siguiente protesta.
Al día siguiente los viajeros fueron esperados por caravanas de coches a kilómetros de Potosí y luego recibidos como una delegación de fútbol que acababa de ganar la Champions League. El aire de triunfo era tal que parecía que se había olvidado que la expedición había sido un fracaso, amén de las millonarias pérdidas para la maltrecha economía potosina. Pasar estrecheces y estrangular a la ciudad capital solo arruinó a los propios potosinos. Medidas desesperadas de un pueblo desesperado, sin duda. Pero aun así, el olvido más grande está por venir, cuando se avecinen otras elecciones el caudillo irá a prometer el paraíso nuevamente para los desolados yermos potosinos. Y ese sufrido pueblo le aplaudirá y volverá a creer en él. Volverá a repetirse la malsana historia como una absurda rueda de la fortuna.
Si a los paceños les toca prácticamente todos los días encontrarse con alguna marcha en sus céntricas calles, en el resto de las capitales tampoco es raro que convivamos a menudo con similares acontecimientos. Esta semana, por ejemplo, como todos los martes aguardé la llegada del camión basurero ignorando que se había producido un nuevo bloqueo a la entrada del botadero municipal. Un sector de los dirigentes del lugar adoptó la medida argumentando que el nuevo alcalde no los había convocado a ellos para negociar los acuerdos alcanzados en otra gestión. Entretanto mi basura empieza a apestar en mi patio, a la espera de la buena voluntad de esa gente de porquería, nunca mejor dicho.
El miércoles amanecimos con otro paro parcial de transporte. Esta vez de parte de la Federación Especial de Transportistas Libres, que escogieron ese glorioso nombre justamente para diferenciarse de los “transportistas federados”, anteriormente los únicos y plenipotenciarios dueños de las calles que se repartían la ciudad a su antojo. Los “libres”, al poco tiempo demostraron también su “especialidad” para bloquear puentes y avenidas con sus sucios carromatos cuando alguna norma de vialidad afecta a sus intereses. Así estamos los cochalas, a merced de los caprichos de ambos sectores, a menudo enfrentados a puño limpio, con pinchazos y vidrios destrozados como saldo. En el ínterin, corre el tiempo para que el alcalde presente por lo menos su prototipo de “Llajtabus” que tan alegremente prometió en la pasada campaña electoral. Más folclóricos no podíamos ser.
Y para cerrar, el jueves de madrugada se produjo la toma violenta de las instalaciones de la FUL, el sindicato de estudiantes de la universidad estatal, donde hace quince años pasé por sus aulas y no recuerdo ni una sola huelga que haya afectado sus actividades normales. Al día de hoy, ya van 17 semanas de paro ininterrumpido en la otrora “casa superior de estudios” y a nadie parece importarle la pulseta entre el rectorado y la FUL, inmersos en un cochino juego de intereses, donde lo que menos importa es el nivel educativo y la suerte de los estudiantes. Los docentes tampoco se entrometen, al parecer bastante satisfechos con sus sueldos que siguen cobrando con puntualidad. Y la mejor universidad del sistema nacional cayéndose a pedazos, a merced de grupos de choque que, según denuncias son financiados por el gobierno. Y es que todo lo que toca el masismo al poco tiempo se corrompe inexorablemente. Esa misma mañana, tuve que caminar un largo trecho porque coparon el centro de la ciudad, campesinos y cocaleros llegados del trópico a último momento para marchar en contra de las marchas potosinas y de sus reivindicaciones. Sí, oyeron bien. Mejor les iría que fueran hasta la capital potosina si fueran tan valientes como sus amenazas.
Y toda esta suerte de paros, bloqueos, marchas y contramarchas y demás vaivenes que nos toca vivir a los bolivianos sucede en plena pax evoniana donde todo es prosperidad, crecimiento insuperable (los más altos de Sudamérica según organismos internacionales) y estabilidad de casi una década (“yo no voté por Evo, pero mientras me dé estabilidad…” dijo alguna vez un gordilocuente profesor universitario), sumados a una dignificante bolsa de metas logradas: sin Evo presidente no había Dakar, no hubiera llegado el papa Francisco, nos recordó S. E. hace unos días. Por si fuera poco, la era espacial ya es historia consolidada con el segundo satélite en ciernes, y soñando ya con la era atómica que nos ha de llevar al infinito. ¿Y si no estuviera Evo?…caos, incertidumbre, oscuridad, sufrimiento, estancamiento, y otras pesadillas inimaginables sacudirían al país, imaginamos. Habrá que rezarle a la salud de S. E.
Pedaleando para exigir la "ley de la bicicleta"