Tres días ha que no habla, no come, no consiente compañía alguna. Se la ve deambular de una estancia a otra en palacio. Al caer la noche, su inquieta sombra ennegrece el castillo y su llanto se mezcla con el canto de las cigarras y el croar de las húmedas ranas.No encuentra consuelo a tanta aflicción.Atrás quedaron las perdices que auguraban felicidad. No imaginó entonces que su condición de princesa fuera pasajera.
Y ahora, se pregunta con perplejidad qué diablos es eso de ser Reina.De paso - Esta noche te cuento
