Me molestaba que tuviera un trasero femenino y plano, como de señora que ha pasado sus mejores años. Él estaba obsesionado con las marcas que tenía sobre el pecho. Nunca recibí una carta de despedida o algún tipo de notificación, simplemente tiró mi sueter lila a la basura, aunque me diera comezón en las axilas me gustaba mucho y se lo había regalado como el símbolo de lo que solíamos tener. Estuve escribiéndole en una libreta gorda por ese año entero y me lo tomé como pretexto para comparar a los hombres con las lámparas, el pan o la madera.