Ante la polémica suscitada y el posicionamiento en contra de voces tan relevantes como la de Salman Rushdie o el propio primer ministro británico, Puffin Books manifestó luego su intención de mantener ambas versiones, la original y la retocada, dejando de ese modo la elección a criterio del lector.
Más allá de este caso concreto (sobre el que también planea la duda de una posible estrategia editorial) y su enorme repercusión por la relevancia de la obra censurada, la cuestión que subyace como fondo es si la reescritura de cualquier obra por personas ajenas al autor, sin su consentimiento e incluso tras su fallecimiento, resulta lícita o no. Si la tiranía de lo "políticamente correcto", la sensibilidad subjetiva de un lector tipo o de una época determinada justifica una alteración que pervierte el tono del relato original, el sarcasmo, el humor, la transgresión e irreverencia que con toda intención el autor puso en su cuento. Y si aceptamos que esto es algo admisible, ¿dónde estaría el límite?, ¿habría que reescribir toda la historia de la literatura universal por no ajustarse a los cánones actuales en temas de género, raza o inclusión?, ¿serían estas obras continua y periódicamente retocadas hasta resultar irreconocibles?, ¿Shakespeare, Cervantes, Wilde, Stevenson, Dumas, Nabokov...?
Si una editorial considera dañino u ofensivo el contenido de una u otra novela, ¿no resultaría más ético descatalogarla que degradarla con una reescritura basada únicamente en criterios sociales, al margen del autor?
Suprimir de la literatura la crudeza o la maldad equivaldría a convertirla en un manual de buen comportamiento, algo a lo que nada habría que objetar si esa hubiera sido la intención original pero inadmisible por completo como fruto de un retoque externo que obvia tiempo y contexto.
Junto a Dahl, James Bond, Tintín o Astérix, incluso Manolito Gafotas en España, también se han visto envueltos en situaciones similares. Y es una cuestión económica en realidad la base del problema. Herederos, inversores, plataformas de streaming..., que no renuncian al rédito económico de unas historias universales muy reconocibles y exitosas que, paradójicamente, una sensibilidad exacerbada convierte al corregirlas en otra cosa.
La conciencia social y política, la alerta frente a actitudes misóginas o racistas, la atención hacia cualquier tipo de discriminación o injusticia (el llamado movimiento woke, nacido en Estados Unidos), algo sin duda positivo que aspira a lograr una mejor ciudadanía, más atenta e implicada, no debería caer sin embargo en tentaciones represivas que ahoguen la libertad de expresión y pretendan someter a su canon cualquier tipo de manifestación cultural, actual o pasada.
En cualquier caso, nada impide escribir novelas, teatro o películas acordes a los tiempos, pero ¿censurar lo ya escrito?, ¿alterar los clásicos?, ¿qué pensáis?