Mi tato, el compadre de mis padres, era el Mayordomo. Su mujer, sus hijos, sus cuñadas y mi madre, entre otros, llevaban meses preparando el evento. Han trabajado mucho y muy duro para que todo estuviera listo y no faltara ni un detalle.
Ha sido muy especial y todo ha salido muy bien. Puede que por eso, y por lo querida que me siento siempre en esa familia, todavía hoy, casi un semana después, me dure el sabor dulce del recuerdo de estos días.
Con ese momento me quedo. También con las lágrimas, antes de salir, cuando escuchaban nuestras sevillanas o con el ratito, tranquilas, la noche del sábado antes de irnos a dormir. Ha sido una vivencia única por la que no tengo más que dar las gracias, como siempre.