Así que tras una buena ducha, bajamos la rubia y la morena, y Jorge, nos soltó: - ¡¡¡Jooooooooooodeeeeerrrrrrr vaya cambio!!! Esto, se le escapó al chico.
Jorge siguió su interrogatorio y nos volvió a preguntar para qué estábamos en Oviedo. Y yo le contesté que para trabajar.A lo que él nos soltó una miradita pillina y una sonrisita de esas de guiñarte el ojo.
Le preguntamos al tal Jorge que dónde nos darían de cenar a esas horas. Y él, nos indicó y nos dio un par de direcciones. La verdad es que Oviedo es pequeñina… y hubiésemos encontrado algo solas y sin problemas.
Saliendo del hotel nos dirigimos a la calle Gascona, para empezar con unas sidriñas.Y en una sidrería, Carmela, va y me dice:
- Mira Eva, lee esto - y le da un ataque de risa, de los imparables…- lo leí y era un reclamo de publicidad.
NUEVA REMESA DE RUBIAS Y MORENAS HA LLEGADO A OVIEDO. TARIFAS ROMPEDORAS. Llamar al …
Con lo que me dio el ataque de risa a mí también. Y soltamos al unísono: " ¡¡¡Jorge!!!".Y los que estaban en la mesa de al lado, empezaron a reírse también al vernos reír a carcajada limpia, y a preguntarnos que de qué nos reíamos tan a gusto si podía saberse. Imposible contar nada en esos casos en los que la risa es contagiosa.Acabamos con aquella peña recorriendo las sidrerías de la calle Gascona, y cenando en un restaurancito cerca de la estatua de Woody Allen.Llegando al hotel Jorge nos preguntó :
- ¿Qué tal les ha ido la noche?
Y Carmela le contestó:
- ¡¡¡Ufff!!! no lo sabes tú bien.
Y yo añadí:
- Es que primero hay que tomarle la temperatura al lugar, pero ya verás como mañana, va a ser un sin parar…
Jorge nos miraba con ojos de búho trasnochado, nosotras empezamos a liarla cada vez más. El caso es que no nos tocó la lotería, pero el artículo salió bien, y Gijón, Oviedo, Cangas, y alrededores quedarán de por siempre grabados en mi memoria, así como la cara de Jorge, y todo lo que llegó a pensar de nosotras (quienes,la verdad sea dicha, no nos cortamos un pelo para alimentar su morbo) por lo brujas y malvadas que fuimos con él.
Tras recordar esta anécdota y sin poder evitarlo, le mandé a Javier un correo en el que le decía:
“No, Javier, no pienses mal, porque no acertarás”…
Y así, de paso, y tras el recuerdo intempestivo de esta anécdota, deshice otra frase hecha…