El rencor se ha dormido ya tantas veces en la almohada de los sempiternos adioses, que es una pesadilla tan vieja, que se amarga sola en los rincones del recuerdo.El amanecer se funde con las hojas muertas de un otoño que dio paso a un invierno lleno de esperanzas por estrenar y se destila en el licor de este trayecto adormecido, en ese tiempo que no fue y tal vez será embriagado por las horas del crepúsculo y la nostalgia de aquella mirada que languidece en mi aliento. Cuando la vida nos ha arrastrado a esa marejada de olas, y la más traviesa, nos ha besado en la boca, no una, sino mil veces, un océano de posibilidades será siempre infinito pues nos ha cubierto de sales y arenas el dulce despertar de los silencios en el cuerpo de por vida.Y entonces un día, con ese algodón de azúcar agridulce en la boca, giramos de nuevo en una noria y compramos un billete en la feria para cualquier atracción rumbo a un nuevo destino.No es desesperación, no es incapacidad a hacerle frente a la soledad, no es caer y no haber aprendido a levantarnos. Es sencillamente andar de nuevo y plantarle una sonrisa sin caries a la vida, solos o acompañados.Ya habrá tiempo de acudir al dentista.A veces los caminos pueden parecer un pelín enrevesados…
La próxima... una Rumbita.