Revista Diario
De tempestades y sol
Publicado el 05 febrero 2013 por Evamric2012Después de la tempestad, llega la calma… y después de la lluvia siempre sale el sol.Pero en casa de Amanda últimamente llovía sobre mojado.Sous le pavé le soleil reclamaron los locos del 68, y sólo aquellos gritos le temblaban en la piel y ante las barricadas de unos adoquines impuestos por el silencio de tanto absurdo abismo, Amanda Rodríguez, le silbaba a la mañana mientras se pintaba las uñas de un rojo escandaloso haciendo juego con el carmín de sus labios. Nunca hubiese consentido cortarle las uñas a ningún varón ni que tampoco se las pintasen a ella.Había entendido hacía tiempo que la hipocresía es harto fácil de llevar bajo las uñas mugrientas de aquellos que pretendían sacudírsela de encima, que las verdades no dolían, que las mentiras a menudo llevaban nombre de mujer.Amanda había sabido hacerse un nudo en la libido emocional. Había aprendido a someterse exclusivamente a la razón. El corazón lo había aparcado en un viejo parking de Londres un lunes a las 3 de la mañana. Muchos decían de ella que la temían. Algunos, aquellos que tuvieron la suerte de compartir sudor y sábanas con ella, acababan por aceptar cuando los rechazaba, con ese elegante gesto de gata salvaje, aquella última caricia de despedida en un último ronroneo antes de cerrarles la puerta de sus muslos.Amanda sabía de hombres. Habían comido de su mano. Los había arrojado de sus entrañas, los había devuelto al vacío de un engendro de nadie.Altiva pero sin orgullo, fiera pero sin rencores, deambulaba como una de esas sombras que se pegan en el recuerdo de la pupila de los amantes, que al no obtener de ella ni siquiera el amago de un beso en la mejilla, la habían llamado frígida y sin sentimientos.Y sonreía al verlos hundirse en la locura de viejos orgasmos que ya nunca alcanzarían ni en los sueños de alguna estúpida profecía.Apoyada en el sillón de un olvido que se negaba a recordar, bajó a cantar al antro de siempre. En aquel ángulo siniestro donde la soledad despliega sus alas a la depresión de un mutilado beso estrellado en el fracaso de una boca, se esbozó en el vodka rojo la silueta de un títere sin alma.Y se lo bebió de un trago. Y así, ebria de presentes, salió taconeando de aquel enjambre que le martilleaba en las sienes... diciéndose que ella, jamás fue feminista, pero que los hombres ya no le servían para nada, y con aquella sonrisa suya, aplastó la colilla removiendo el pie.