Y volvió a mí esa extraña sensación de melancolía, esa añoranza por acariciar el teclado que me impulsa a mantenerme sentado y hablar contigo. Como una mosca dando vueltas sobrevuelan las ideas mi cerebro y se apoderan de mis sentimientos, de mis ilusiones y de mi realidad.
Vuelve el elefante, porque el sendero nunca se cerró y sigue abierto para encontrar el agua que le falta. Soñando con un mundo mejor, con una idea que cambie el sentido del viento, tratando de vivir una vida que no se mida en longitud, sino en cantidad de momentos, de sonrisas, de miradas, de sueños, de acciones, de sentimientos. Luchando por un corazón abierto, porque no existe ninguna barrera cuando nosotros queremos avanzar y decir al resto que estamos aquí, que vamos a por el mundo ¡a por todas!
¡A la mierda los lamentos!
Porque el futuro es mío, y es tuyo. Porque necesitamos provocar un terremoto cuya magnitud se mida con palabras.
Porque necesito saltar del trampolín sin saber lo que hay debajo, aventurarme, acaparar todo el aire que me mata. Necesito arremeter contra todo aquello que me desborda y comprobar que sigo aquí. Sentir mi vida y entender la muerte. Dormir para despertar. Necesito contarte…
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