Decían, y comienza a ser vox populi, que el bienaventurado Efecto Pellegrini se ha diluido como un azucarillo. No volveremos a reiterar aquí lo del perfil del chileno. Dicho queda en otras metrallas que, analizada la situación del equipo, quizás la solución de ingeniería de don Manuel no era la más adecuada para sacar al Málaga del pozo. Dicho sea en su descarga: ya sabemos que no es lo mismo pilotar un AVE de “pipas” y “cristianos” que una locomotora casi en desuso que arrastra “dudas” y “eliseus”. ¿Qué hubiera ocurrido si, desde un principio (y entiéndase por principio la pretemporada) , Pellegrini hubiera tomado los mandos del tren? Vaya usté a saber, que decía el otro. Agarrémonos a la certeza, puesta la certeza con todas las comillas que quieran, de que el proyecto del Ingeniero es a largo plazo. Aval Al-Thani, mediante.
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Lo más cabal de todo el asunto, jactémonos de la nueva, es la inminente llegada del Cancerbero. Que Sergio Asenjo viene con los cuernos quemados es de conocimiento público. Esperemos que las malas energías las haya degeado en el Manzanares. Lo del portero suplente del Atlético era, ya lo dijimos en otras ondas, una apuesta segura. Y más sabiendo, como se supo, que el plan B era, ni más ni menos, que Sandomiersky. Por eso mismo, que quede la metralla de este párrafo en entredicho: ya se sabe que hay revólverles que, por estar largo tiempo en desuso, al primer disparo descerrajan por la culata. Esperemos que no sea el caso del bueno de Asenjo: los palos de la Rosaleda esperan como agua de mayo el “maldito” cerrojo. Con el AVE Madrid-Málaga llegará también Camacho, apellido ilustre de gloria patria. Por cierto, sirva el ejemplo para denunciar la falsa hipocresía de la élite: el tal Camacho, vendido al Málaga por 1,5 millones, era, según las fuentes de la famosa “caverna mediática” la joya de la corona atlética, junto a Domínguez (no cuento a De Gea porque de joya no tenía nada antes de irrumpir en la galaxia). Pocas dudas al respecto. Camacho es un jugador de futuro, vanagloria del largoplacismo, que no viene de vuelta (se supone). Es el Recio sin oportunidades del equipo colchonero. Bienvenido sea. Con llamarse Camacho se le supone una férrea entretela. Y además no trae mote. Que se sepa.
El que sí lo trae, y de armas tomar, es Julio Baptista. La Bestia. Seguramente ojito derecho y alumno aventajado en aquella EGB gloriosa del Sevilla de Monchi y Antonio Fernández. Juande Ramos sacó de él la idem que llevaba dentro y, al paso, como era de prever, lo tentaron sin remedio los dólares de hormigón del Real Madrid. La bestia, ya se sabía, era más minino que fiera salvaje. Viene de vuelta, ¡cuántas vueltas, válgame! de la Roma: 2 millones del ala de traspaso y 2,5 para el arca de Julio. Excesivo. Para un parche, no se me alteren. ¿Y con esto que nos queda? Descartar, como en el póker. Don Manuel (lo sé, debería quitarme de las mientes ese apelativo que recuerda demasiado a lo bético) ya ha tomado las cartas de la mesa y ha tirado los faroles a la papelera. Edinho, Luque, Juanito, Galatto... medio pelo, se le dice, “perfil muy bajo para Primera División” lo andan maquillando para no herir susceptibilidades. Y todos, claro está, quieren cobrar íntegros sus contratos. En fin, que sirva la reestructuración para lo básico, como se dijo, para salvar lo que se pueda del incendio, más grave de lo que nos pareció cuando comenzó a arder la cortinilla de la cocina.
No quisiera dejar esta onda expansiva de reencuentro sin relatar en la misma una anécdota de esas que se supone, según nuestra presentación, eran el objetivo de esta sección. El otro día, perdonen la banalidad, en la gala de Gran Hermano, perdón, GH12, tocaba turno de sorpresas familiares para los concursantes. Y hay un tal Marcelo, quien siga el programa lo conocerá, al que llaman Malaguita, ¿por qué será? al que su sorpresa particular fueron unas imágenes en las que se veía a su sobrinito recibiendo una camiseta firmada por varios jugadores del Málaga, C.F. Un compañero de fatigas, ante la bucólica imagen, me preguntó: ¿Quiénes son esos? Son jugadores de fútbol, le respondí muy ufano. ¿De qué equipo?, preguntó. Del Málaga, repuse y añadí: ¿Acaso no lees mi onda expansiva? Mi amigo sonrió condescendiente y sólo dijo: Pues vaya, a esos no los conoce ni su padre, seguramente al chaval le habría hecho más ilusión recibir una camiseta de Cristiano Ronaldo. De CR7, maticé, de CR7, makina.