Me compré cacao después de mucho tiempo de desearlo. Me hace feliz desde abrir el envase. Qué rico ponerle al café...
Imagino que preparo un postre en mi casa, es decir, imagino que rento una casa y preparo algo rico de chocolate en mi cocina; tal vez, un pastel. Luego pienso que quizá no tenga una estufa con horno, que quizá pasé otra temporada en la que el presupuesto no alcance para postres. Me detengo y me digo que soy una persona tan capaz como el resto del mundo que tiene casa, estufa y prepara lo que le da la gana. Pienso que hay como cincuenta mil cosas que pagar antes de mudarme. Me digo que no son cincuenta mil y que no importa no saber cómo, lo importante es hacer lo que corresponde...
Es una especie de debate entre la yo con fe y la otra yo. No importa cuáles sean las premisas argumentadas, la yo con fe siempre gana.
Silvia Parque