Personalmente considero que no. Son parte de la Medicina y nos muestran en pequeños destellos su Historia, que por otra lado, debería gustar a todos los médicos. Además, sirven para definir cuadros clínicos sin tener que delimitar sus síntomas uno a uno. Para mí es más fácil decir "enfermedad de Kawasaki" que síndrome gaglionar muco-cutáneo, "enfermedad de Krabbe" mejor que leucodistrofia globoide, etc. En algunos casos, ciertos signos clínicos asociados a un epónimo son más útiles que la definición estricta, como por ejemplo el signo de Gowers o de Romberg. Es una oportunidad de asomarse a la fascinante vida de esos médicos y científicos que llegaron a avanzar en cada una de sus disciplinas, y admirar sus trabajos, aunque en muchas ocasiones el epónimo no hace justicia y el verdadero descubridor o no existe de forma individual o es otro. Brutton, Faconi, etc, son oportunidades de profundizar en la historia de la Ciencia.. Como contrapartida, algunos epónimos son excesivamente localistas o se han usado para reivindicar identidades locales, como el síndrome de Kallman, también llamado en España Kallman-Maestre de San Juan o la enfermedad de Long-Ganon-Levine, que también tiene una versión hispana. Otra vertiente es aquella que usa un epónimo para poner algo de moda, a mi entender, como el poco afortunado síndrome de Romario, consistente en realizarse un RMN tras cada partido de fútbol . En este artículo del British Medical Journal se discute este tema¿Deben abandonarse los epónimos?
Sea cual sea vuestra opinión, cuidado con el síndrome de Stendhal si visitáis Granada
