Debí haberlo sospechado

Publicado el 09 febrero 2011 por Evaristor

Dejé de darle leche a la Kuma por instrucciones del veterinario. A los pocos días, la Kuma empezó a hacer una gracia nueva. Fue entonces cuando debí haberlo sospechado.

Durante una semana estuvo perfeccionando el método para formar un charco largo y angosto que va desde su plato hasta la pared opuesta de la cocina. Primero derrama un poco de agua y luego la guía con sus garras mojadas basándose en el fenómeno de la tensión superficial. Cuando la veíamos con atención, fingía jugar el juego de cachar con el hocico el agua que rebota cuando le da un zarpazo al charco. Y yo le creí. Una mañana me disponía a prepararme un café. Le eché dos de azucar y cuando saqué la leche del refri caí en su trampa. Mi rodilla se dobló de una forma anatómicamente imposible y sentí el dolor más intenso de mi vida. La leche salió volando y calló al piso al mismo tiempo que yo. Mis alaridos despertaron a la Kuma; se acercó lentamente; se estiró arqueando la espalda, levantando la cola y arañando la alformbra con las patas delanteras estiradas. Hizo un gesto con las orejas para demostrar su inconformidad por mis gritos escandalosos pero eso no le impidió bostezar. Se sentó junto a mi y me vio revolcarme del dolor. Mientras yo me arrastraba, ella tomó de la leche derramada hasta saciar. Debí haberlo sospechado.