Revista Diario

Decadencia y lujo de la esencia

Publicado el 16 febrero 2012 por Maricari
Ante mi, la conocida puerta giratoria con acabados dorados sobre madera barnizada, toda limpia y brillante. Al lanzar mi inercia para entrar en su tirabuzón, noto mis pies descalzos sobre una alfombra de pequeñas flores marrones encuadradas sobre fondo blanco que se pierden en mi horizonte en pos de la sala donde se celebra como siempre la misma fiesta. No sé cómo ha podido ser que perdiera los zapatos con pequeñas tachuelas negras en piel de caucho, también negro, y una fina aguja de cristal oscurecida por tacón, porque sin duda los he perdido. 
Recuerdo haberme puesto esos zapatos con la bella falda de seda lavada que llevo puesta; su frus, frus a mi caminar me recuerda que está ajustada a mis caderas sin necesidad de alisar sus pliegues con mis manos y notar su excesiva suavidad. Sobre ella llevo como fajín la corbata negra que llevé puesta la otra fiesta. No recuerdo con qué me tocaba cubrir hoy mi tronco superior pero al pasar frente un gran espejo, justo antes de atravesar la puerta del refrigerio, observo que me han elegido una gran blusa blanca con mangas abollonadas y un lazo el doble de grande que mi cabeza morena, toda blanca y con alguna transparencia de tul. Estoy mona, no puedo dudarlo, aunque el pelo oscuro me endurece las facciones y la sombra gris, también oscura, de los ojos contrasta mucho con los labios en rojo sangre de la sustancia pegajosa que le da el efecto mojado. Los labios no son importantes, es mi lengua, tengo que aprender a sujetarla o no volverán a invitarme a ninguna fiesta y perderé mi estatus. Recuerdo que en la anterior... no viene al caso.
¡Ah! ¡Los zapatos!, ya recuerdo, me apretaban tanto que me los quité en el coche, los he debido dejar debajo del asiento del copiloto en el taxi viejo que me ha traído hasta aquí. No importa, tengo su número porque lo encargué por teléfono, seguro que recupero los zapatos, les tengo un cierto cariño, además dejarían solos a los zapatos masculinos de charol que hay en mi zapatero.

Entro en la gran sala y miro instintivamente de izquierda a derecha sin fijarme en la gente, para qué, ya tengo lugar establecido y a quién debo mi compañía esta noche. Sin embargo no puedo evitar repasar mentalmente una por una las vestimentas de los comensales...
Vestido de organza con volantes y camisa de organza a las 10, a su lado traje masculino negro y camisa con pechera de jaretas, pajarita y un amplio sello en la mano que sujeta la copa... Siguiente traje masculino negro con zapatos de charol, me encanta el charol, pero hoy no me ha tocado a mí ponérmelo... Vestido palabra de honor azul eléctrico con sombra de ojos azul y labios carmín, una morenaza lo lleva puesto, para mi gusto le fallan los zapatos, no quedan bien plateados a no ser que lleves un bolso a juego. Tonta de mí, hace mucho que ya no se estila eso, desde que se publicó la última revista de moda allá por... quién se acuerda ya. Queda claro que yo no... A las 10 más trajes de hombre, más faldas de organza, más tops en negro, y algún esmoquin... A mis 12 parece la sección de los zapatos de piel metalizada con puntera abierta y vestidos de satén, y los mismos pendientes, no falla, allí sí que se lleva el bolso a juego en piel brillante metalizada, deben ser las nuevas... Algún traje de chaqueta, más pajaritas y hasta varios monóculos... A mi vera un vestido de lino lavado y zapatos de satén con brazaletes de perlas, ¡Oh! ¡Vaya lleva mis zapatos!, no, no es posible, ¡Qué tonta, si todo está uniformado, debe haber millones de zapatos iguales! 

Respiro hondo al notar un cocodrilo en forma de bolso con asas pasa rozándome, lo porta una mano que pertenece a un brazo, que pertenece a un cuerpo que va embutido en un traje masculino y zapatos horribles, seguro que se lo lleva a su acompañante porque no le pega nada... Más pajaritas y un monóculo que cae como en un guiño hacia mi frus, frus... Una mano me llama desde la mesa con un círculo rojo central en cuya diana hay un 3, mi número, mi mesa.
Decadencia y lujo de la esencia
Sonrío sustituyendo las buenas noches y todas me miran de abajo a arriba, excepto quien debe ser mi acompañante que de pie me señala una silla para sentarme a su lado, es un modelo imperio con tapizado en verde oliva, horrible, pero no menos que la mesa. Cada año es más decadente el decorado, ni se han molestado en adornarla, faldilla verde oliva y un simple mantel blanco de hilo, huérfano de cenefas y, encima no hay platos individuales solo generosas fuentes con animales de mar, cigalas naranjas, bogavantes rojos y bueyes de mar de grandes pinzas de color marrón oscuro con líneas negras, todo regado con agua mineral sin gas en copas de vidrio soplado, rodajas de limón estratégicamente colocadas sobre cunas de lechuga, azucenas moradas y rosas rosas para las más refinadas y algo de vino tinto en copas flauta y velones en llamas.


Se respira un lujo decante que no consigue abrirme el apetito.
Tomo asiento mientras me sale una sonrisa nerviosa y contemplo a mi pareja, lleva gafas y el pelo engominado apretado en la nuca en una coleta pequeña, como antaño los toreros, es bella. Sus manos son largas y muy blancas, como la tez de su cara y tras sus lentes diviso la raya pintada. Levanta una copa con vino y me la entrega, me doy cuenta que también lleva las uñas pintadas en morado. Sonrío y miro al frente, hay un aparador isabelino con varios fruteros que contienen manzanas rojas y uvas verdes, también hay varias fuentes con diversos quesos partidos en pedazos y entremezclados que me embotan la nariz con su aroma, doy un sorbo al vino para descongestionarme y entrar en calor. Estará pendiente de mi toda la noche, ahora me pasa una cucharilla y una fuente de cristal de bohemia que contiene huevas de esturión, tomo varias rápidamente... están tan saladas que me agrían la boca, pero quizás sea lo único que coma esa noche, no veo pinzas para el marisco alrededor y mis dientes no son lo que eran.
Busco en mi bolsito el espejo para mirar si se ha producido algún desperfecto en los labios y aprovecho para ver en su reflejo la escena que se produce tras de mi... Una comensal con monóculo está dando dentelladas a la enorme pinza de un bogavante, tiene hambre y el monóculo termina en la copa de agua, ha tenido suerte, ha conseguido romper la pinza y devora su contenido, siento cierta envidia, debe estar exquisito; a su derecha un esmoquin sobre camisa con chorreras mantiene los brazos cruzados y la cabeza en posición de duermevela, me fijo que tiene la boca entreabierta y los párpados bajados untados de vaselina, es la última moda para destacar el pelo rubio cuando se lleva tan tirante y engominado, además le ha añadido el toque de la línea a un lado de la cabeza que le da un aspecto más varonil, tomo nota para mi siguiente fiesta, si llega.
Cierro el espejo y lo guardarlo, ya tengo ganas de marcharme, pero estoy para servir, esta noche no valgo más que el tapón de corcho con el que se entretienen los dedos de mi acompañante que no me quita ojo. Un hilito de mi voz sisea que ese gesto me pone nerviosa. Para y otro esmoquin inmaculado se sienta en la silla vacía de mi lado, me pregunta si quiero bailar un tango. Le digo que no es posible porque me trae recuerdos de la última fiesta en la que yo llevaba el pelo rubio y un esmoquin con camisa de algodón y seda con cuello fruncido, y mi pareja morena de baile, un vestido acolchado con labios rojos y rabillo negro en los ojos y estaba a mi servicio. Me sonríe y reconozco sus dientes blancos, sí, era ella; me roza el lóbulo de la oreja con el mismo gesto que aquél día, ya no hay dudas, le gustan los deslices de calor humano. Respiro recogiendo las aletas de mi nariz llegando a turbarme. Mi acompañante llama mi atención, quiere marcharse a calmar sus vicios ocultos, decididamente sus manos son preciosas, y me despido del esmoquin inmaculado con una mueca de otra vez puede ser y abandonamos la mesa.

Siempre somos las mismas, unas veces somos rubias y otras morenas, es un juego insípido, no tiene mayor importancia. Vivimos así, me consta que es lo mismo en todo el Planeta, para cada fiesta, recibes en tu habitación personal e individualizada un paquete con una invitación para esa noche y además, unas veces contiene un vestido o una falda con blusa, y otras un traje chaqueta o un esmoquin con una bella camisa,  solo tienes que tener preparado el tinte de pelo, gomina, eyerline, carmín rojo y los complementos.
P.D.: "No me gustaría formar parte de un mundo unisex"
{¡B U E N A_____S U E R T E!}
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