Revista Literatura
Déjame elegir mi paisaje
Publicado el 06 diciembre 2010 por LennyCada quien debe generar su propio paisaje, habitable o no a la vista de otros. Ya bastante cuesta generarnos los espacios como para aceptar o soportar las opiniones ajenas sobre como deberían ser o como lucen más bonitos.
Cada quien se construye el mundo que puede, con lo que tiene. El amor y el sexo marcan fuertemente las formas de hacerlo. El amor es definitivamente el motor de todo. Cada uno expresa, hace, es y genera desde la estabilidad – o inestabilidad- de sus emociones.
Una mujer llamativa y deseada genera cierto marco de seguridad que le permite golpear puertas e incluso abrirlas, pero… la vida sigue, viene, pasa y esa deseada imagen debe ser respaldada con algo… ese algo es el paisaje, el interno y externo que cada unx hemos creado. Me gusta compartir el mío con el vuestro, como diversas postales de vacaciones… pero no aceptaré que me digan qué debe incluir o qué le falta. No soporto tamaña falta de respeto, me enoja. Sí, me suelo enojar… a veces mucho, no soy políticamente correcta ni diplomática. Mi paisaje incluye una realidad, un ser sin adornos.
Hay otras opciones… si mi paisaje no te gusta, podés cerrar el sobre o la ventana.
Elegir mi paisaje
Si pudiera elegir mi paisaje
de cosas memorables, mi paisaje
de otoño desolado,
elegiría, robaría esta calle
que es anterior a mí y a todos.
Ella devuelve mi mirada inservible,
la de hace apenas quince o veinte años
cuando la casa verde envenenaba el cielo.
Por eso es cruel dejarla recién atardecida
con tantos balcones como nidos a solas
y tantos pasos como nunca esperados.
Aquí estarán siempre, aquí, los enemigos,
los espías aleves de la soledad,
las piernas de mujer que arrastran a mis ojos
lejos de la ecuación dedos incógnitas.
Aquí hay pájaros, lluvia, alguna muerte,
hojas secas, bocinas y nombres desolados,
nubes que van creciendo en mi ventana
mientras la humedad trae lamentos y moscas.
Sin embargo existe también el pasado
con sus súbitas rosas y modestos escándalos
con sus duros sonidos de una ansiedad cualquiera
y su insignificante comezón de recuerdos.
Ah si pudiera elegir mi paisaje
elegiría, robaría esta calle,
esta calle recién atardecida
en la que encarnizadamente revivo
y de la que sé con estricta nostalgia
el número y el nombre de sus setenta árboles.
Mario Benedetti