El destino, que a veces nos juega malas pasadas, también nos regala la fortuna de encontrarnos frente a frente. Dos desconocidos que sin intensiones de buscarse se encuentran en la calle, en cualquier calle, en un café, frente al mar o en un salón de clases, para no separarse nunca más.
El amor, que todo lo sabe, pero que así como lo sabe todo, también se lo reserva, nos va enredando entre sus hilos, y manejándonos como marionetas cuando por fin nos dejamos llevar por él.
Hay destinos y amores que superan lo imaginado, lo establecido. Amores que desde su candidez y simple naturalidad desafían los cánones y nos impactan, nos marcan de tal manera que apenas podemos intentar imitarlos.
El sol comenzaba a brillar, desde el este, por encima de las montañas y las terrazas de los edificios. Con su luz amarillenta, al colarse por la ventana, pinta de oro la habitación de Mariana. Ella, al percibir la tibia claridad del astro rey sobre su rostro, abre los ojos y sabe que ese es el gran día.
Mientras Mariana toma el desayuno, Rodrigo, al otro lado de la ciudad, anuda con alguna dificultad, pero con toda la alegría en el rostro, los cordones de sus zapatos. Una hora más tarde él desciende del auto de Victoria (su madre), después de haberle dado un beso en la mejílla y prometido, por enésima vez en la vida, que se portará bien.
"No olvides que paso por ustedes a las doce en punto", dijo la madre de Mariana desde la ventanilla de la mini band. Mariana había dado ya cinco pasos alejándose del vehículo. Girando sobre sus pasos, con un movimiento de mano se despidió.
Vestida de jeans negros y camiseta azul cielo, Mariana entra por la puerta del salón y corre hacia Rodrigo, quien, sentado de espaldas a ella, no advierte su presencia y se sobresalta cuando, abrazándolo por detrás le dice: "¡Buenos días Bombón!" al tiempo que sonríe con la flor que dibujan sus labios en la forma de un tierno beso.
Él se ruboriza, se estremece y se cubre el rostro, como todas las veces. ¡Bombón! La palabra más bella que él conoce, y es mejor aún porque ella la dice, y es mágica porque se la dice a él. ¿Qué otra palabra podría llenarlo de tanta alegría?
Rodrigo espera hasta que Mariana queda frente a él, la ve de pies a cabeza, como tratando de entender que es lo que la hace verse tan bonita esa mañana. Es el desfile. ¡Hoy vamos a desfilar Bombón! Le responde ella, sin esperar la pregunta.
Las siguientes dos horas transcurren entre actividades con barritas de plastilina, canciones y un ejercicio mnemotécnico que refuerza la importancia de cepillarse los dientes después de cada comida. La hora del recreo pasa entre miradas y sonrisas entre ambos, y la estricta vigilancia de las maestras que tienen la orden de no permitirles darse más de dos besos en ese período. Las doce del medio día llegan, y con ellas Elena, la madre de Mariana.
En el automóvil, ya rumbo a la universidad, donde Elena imparte clases, ella va dándoles las instrucciones de lo que pueden y no pueden hacer mientras se preparan para el desfile. No pueden darse besos a cada instante, no pueden jugar manitas ni aplaudir muy fuerte si alguien les ofrece un pedacito de torta, recuerden que no es un cumpleaños.
Las horas siguientes pasaron veloces. Una y otra vez se repetía su juego mágico, Mariana diciéndole ¡Bombón! y Rodrigo emocionándose. Probarse el vestuario y ¡Bombón!. Maquillarse y ¡Bombón!. Peinarse y ¡Bombón!, verse al espejo y una y otra vez, solos, juntos, con los otros modelos, con los diseñadores, y con María Fernanda, la coordinadora del desfile.
La hora llegó, y yo desde mi asiento en primera fila los vi pasar, radiantes, triunfantes, siendo los principales en el desfile. Era un desfile de modas en el que la mitad de los modelos eran profesionales, y la otra mitad personas con discapacidad, entre ellos Rodrigo y Mariana, ambos con Síndrome de Down.
Yo los vi desde el instante en que llegaron a la universidad, y la manera en la que se veían entre sí, la atrevida dulzura con que Mariana pronunciaba ¡Bombón!, y la sonrisa tímida que acompañaba al rubor de Rodrigo, una y otra vez, y pensé: "aunque todos tenemos mayor consciencia que ellos al respecto del amor, ellos tienen las dos más grandes virtudes que acompañan a éste: la pureza y la inocencia; y cada vez que los veía recordaba aquella hermosa canción de Víctor Manuel "Solo pienso en ti".
Biografía de Víctor Manuel
Víctor Manuel San José Sánchez nació el 7 de julio de 1947 en Mieres del Camino, Asturias, España. Hijo de un ferroviario y una comerciante, creció admirando a sus abuelos. Su vocación musical se manifestó desde los años tempranos, cuando imitaba a Joselito y aprendía a tocar la armónica.
A los nueve años participó cantando por primera vez en un acto escolar. A los doce escribió su primera canción: Tendré tu amor, cuando ya ejecutaba la guitarra. A partir de ahí se presentó en varios concursos juveniles de canción ligera.
En 1963 es contratado como vocalista en la Orquesta Bossa Nova, primer trabajo por el que gana dinero. En esa época abandona los estudios y tiene que decidir por dedicarse a la música o al fútbol, su otra gran pasión. Se decanta por la música, por lo que decide mudarse a Madrid para estudiar solfeo, piano y canto en 1964. Ese mismo año participa en el programa concurso La Nueva Ola Musical de la emisora La Voz de Madrid, en el que canta durante año y medio y obtiene una estrella de oro.
En 1966 se da a conocer el primer material discográfico de Víctor Manuel, en formato de sencillos, grabado el año anterior por el sello discográfico Belter, en el que se incluyen un par de canciones de su autoría y otras más de la poetiza Fina Calderón, quien apadrinó dichas producciones, que no tuvieron mayor éxito.
Presentando canciones en distintos festivales comienza a obtener sus primeros triunfos, y es en el Festival del Miño en el que obtiene su primer éxito como compositor, con la canción Lazos Azules y Rosas, interpretada por Paco Ruano, que gana el Primer Lugar. La historia se repite en el Festival Vegadeo, con Nada es Igual, cantada por Cholo Juvacho y con Un sombrero de paja, unas gafas de sol, que él mismo interpreta en el Festival del Atlántico en Puerto de la Cruz, todo esto en 1967.
En 1968 graba un nuevo disco sencillo en el que se incluyen las canciones El tren de madera y El Cobarde, con las que participa nuevamente en el Festival del Atlántico y logra calar en el gusto de la gente, mas no así en el de las autoridades Canarias, que consideran a la segunda una canción antimilitar, por lo que le retiran el primer lugar obtenido con ésta y hacen que se repita la votación.
En 1969 se graba su primer disco de larga duración, el último con Belter, con el título Víctor Manuel, que es un recopilatorio de sus sencillos anteriores, con el que alcanza mayor popularidad, logrando el número uno en ventas, y gracias a ello llega a formar parte de la Embajada Artística de TVE y RNE, que lo lleva en una gira por Europa, en la que comienza a mostrar sus fuertes tendencias ideológicas con canciones como Planta Catorce, contrarias a las de las autoridades que promovían la gira, razón por la cual deciden retirarlo y vetarlo en TVE.
En 1970 graba el segundo álbum de su carrera (el primero con Philips), titulado Quiero abrazarte tanto, en el que se incluyen canciones como la que da nombre a la producción, María Coraje y Carmina. Con el éxito obtenido con este disco y la cobertura que le ofrece su nueva disquera inicia una gira latinoamericana debutando en México.
Dame la mano, su tercer álbum, sale al mercado en 1971, y es a partir de aquí que le persigue la censura, hasta la muerte del dictador Franco, por el contenido de sus letras, que debe reescribir en su mayoría, en las que mostraba sus claras ideologías izquierdistas.
Los años pasan y nuevos discos salen al mercado, con muchas canciones de corte social que le van haciendo ganar adeptos y algunas multas y detenciones por sus canciones y presentaciones en algunas ciudades españolas.
En 1972 Víctor Manuel se casa con la actriz y cantante madrileña Ana Belén, a la que conociera en 1971 en su gira por España, con quien protagoniza su primer película titulada Morbo.
Años más tarde, en 1979, sale al mercado Soy un corazón tendido al sol, su décimo tercer disco de larga duración (el primero bajo su nuevo sello discográfico, CBS), en el que se incluyen además de las ya esperadas protestas sociales, otras canciones de amor a la naturaleza y Solo pienso en ti, una de las canciones más exitosas de toda la carrera del Asturiano, además de la homónima que da nombre al álbum, mismo que se coloca en el primer lugar de ventas y con el que obtiene el ansiado éxito masivo.
De ahí en adelante la carrera de Víctor Manuel goza de un éxito total, no solo como cantautor, sino como productor musical para su esposa Ana Belén, para producciones cinematográficas y algunos discos especiales, tributo a algunos de sus grandes amigos y compañeros de trabajo como Querido Pablo (1985), en homenaje a Pablo Milanés, en compañía de Silvio Rodríguez, Ana Belén, Joan Manuel Serrat, Mercedes Sosa, entre otros y, Entre todas las mujeres (2003) tributo a Joaquín Sabina, con canciones del andaluz interpretadas por cantantes femeninas como Chabela Vargas, Julieta Venegas y Ana Torroja, y otras más.
Luego de treinta discos grabados a lo largo de una carrera de más de cuarenta años, Víctor Manuel sigue siendo considerado uno de los más importantes cantautores y productores españoles de los últimos tiempos, no solo por sus éxitos personales sino también por el trabajo realizado para otros.
Para mí resulta impresionante ver que, luego de poco más de cuarenta años, una canción tan dulce como Solo pienso en ti pueda seguir calando en el gusto de la gente, de manera tan impactante como esa tierna imagen de Mariana y Rodrigo dándose un pequeño beso, al final del desfile, segundos después de que se repitiera por milésima ocasión el conjuro divino de Mariana llamando a Rodrigo ¡Bombón!, que vivirá en mi memoria como el más grande y puro amor que he conocido.