
No suelo hablar de estas cosas, pero me ha gustado tanto la conjunción en el catálogo de varios ingredientes, que no me resisto a la reflexión pública. En primer lugar, la portada y contraportada. Luis Gordillo es un artista que me impacta. Su página web oficial ya dice por donde van los tiros... La textura de su obra, su capacidad de sobrepasar los límites de la superfície me sobrecogen. Creo que ha sido un gran acierto la elección de este año y su compaginación en el catálogo: los racimos y las uvas tienen una fuerza grande y han sido muy bien llevadas al papel. Las solapas me gustan especialmente.
El detalle artístico no sería nada si el contenido del catálogo fallara. Se suele hablar poco de esto, quizás sólo de los más grandes en el sector. Todos conocen los catálogos de Terry Theise para Michael Skurnik, pero ése es un encargo y el mérito es de Theise, no del empresario. El valor del empresario Skurnik, claro, es haber contratado en su día a Theise. Concibo el catálogo de un vendedor de vinos (eso es Quim Vila, y de los mejores del mundo) como el catálogo de una gran editorial: los libros que hayas sabido descubrir; los autores que eran poco conocidos y que tú has ayudado a divulgar; los viejos conocidos, muertos en el olvido, que has querido resucitar...ése es el tesoro de un catálogo de libros y ahí es donde se manifiesta el talento de quien, con los años, ha ido construyéndolo.

Quim Vila hace ese tipo de trabajo con los vinos. Para él, como para otros grandes del sector (pienso en el catálogo de Joan València en Cuvée 3000; o en el, todavía, virtual de Fernando Angulo, para su Enopateca, ambos muy distintos, ambos excepcionales), sería muy sencillo concentrarse en los grandes nombres y marcas y proponer un catálogo navideño. Es cierto que el de Vila sale siempre por estas fechas, pero de navideño no tiene nada. Es directamente atemporal. Páginas para las grandes bodegas y marcas, las hay, claro. Pero al mismo tiempo, y este año me he dado cuenta como nunca antes lo había hecho, hay un montón de pequeños productores o de productores menos conocidos para el gran público y, además, veo un lento y sutil giro hacia una mayor presencia de bodegas con certificación ecológica, biodinámicas o que, aún sin etiquetas, hacen un vino "natural" (sin polémicas, ¡por favor!). Vila es un genio del marqueting, tiene una fina y sutil intuición para los grandes movimientos y para ver hacia donde va el negocio. Pero al mismo tiempo, hay que reconocer que su auténtico talento y trabajo están en la nariz y en el paladar, en la atención constante a lo que se hace en España y en el mundo (junto con un gran equipo, por supuestísimo) y en la incorporación, gota a gota e inexorable, a la distribución de detalles que emocionan. Lo hace, además, con una fuerza y una pasión que no dejan de sorprenderme:
Recaredo, Cédric Bouchard, Claude Cazals, David Léclapart, Egly-Ouriet, Larmandier, Kracher, Nikolaihof, Bürklin-Wolf, Haag, Egon Müller, Dönnhoff, Heyman-Löwenstein, Rebholz, Kühn, Wittmann, Zind-Humbrecht, Coche-Dury, Ramonet, Chantegrive, Castell d'Encús, Chapoutier, Gangloff, Raúl Pérez, Daguenau, Huet, Jo Pithon, Mark Angeli, Nicolas Joly, Albet i Noya, Gauby, Cimicky, Dujac, Leroy, Lapierre, L'Aventure, Alain Graillot, Chapoutier, Masia Serra, Luciano Sandrone, Roberto Voerzio, Bernabeleva, Jiménez-Landi, Joan d'Anguera, Azul y Garanza, Pardas, Terroir al Límit, Abel Mendoza, Columella, Trévallon, La Bota de...etc., etc., etc.
Hacer un catálogo como éste a lo largo de muchos años es, también, una obra de arte. Así lo he sentido este año, así lo escribo. Dejo constancia, por lo demás, que cuando voy a Vila pago religiosamente y no me hacen descuento alguno...