Lev Yashin
Recuerdo que, cuando de chico me juntaba con los amiguetes todas las tardes después de la cinco para disputar algunos partidos de fútbol en la única cancha del pueblo, jugando a la lotería de ‘escojo a este’ y ‘yo a ese’ para conformar los equipos, porque era eso, de capital importancia saber escoger a los dotados para eternizarse esas dos horas de luz que quedaba del resto del día, porque adivinarán que siempre habían muchos equipos dispuestos a pelearse por la cancha, ese era el premio y la razón para poner concentración y garra en el juego.Lamentablemente casi no teníamos porteros natos, todos soñábamos marcar goles, así que nadie deseaba ir a resguardar el arco. Era una humillación, una afrenta a la dignidad personal. Si la persuasión a los menos dotados o ‘troncos’ no funcionaba, recurríamos a los turnos por gol o a la vieja treta de pillar a los distraídos ‘el que llegue último al arco, será el portero’ y asunto sellado. Las veces que me tocó-pocas por suerte- hacía todo lo posible para que me marcaran el gol liberador aunque no de forma tan descarada, porque se corría el riesgo de ser puteado (recriminado) por toda la plantilla.
Porque nótese que casi no teníamos televisión y vivíamos de la leyenda de Pelé, o el gran momento de Maradona o en su defecto de la actualidad del fútbol local (que lo oíamos por radio) y eso era todo. Porteros de leyenda, no teníamos a ninguno de referencia. Entonces, ¿a quién emular? El primer Mundial -con suficiente edad para apreciarlo- que pudimos seguir en directo los de mi generación, fue el de Italia 90, con una Alemania poderosa, un Schillaci salvador de Italia y un portero desconocido que se convirtió en ídolo para muchos de nosotros, Sergio Goycochea el ‘parapenaltis’ de Argentina.
Con la llegada del video, recién pude conocer a fondo a varios arqueros de renombre que brillaron en los mundiales, cito de memoria: la ‘araña negra’ Yashin, el gran Gordon Banks (que se mandó la mejor atajada de todos los tiempos), el eterno Peter Shilton, el italiano Dino Zoff , el rocambolesco Higuita, el larguirucho Schmeichel, etc. Pero comparados con otros jugadores, nunca un guardameta gozará del privilegio de estar en el Olimpo de los más grandes.
Gordon Banks
Porque cuesta admitirlo pero son los grandes olvidados del fútbol, salvo en las definiciones por penales, su aporte no tiene el brillo y reconocimiento del que gozan los delanteros o centrocampistas. Los delanteros son casi siempre homenajeados con apodos ensalzadores (el rey Pelé, el matador Kempes, el torpedo Muller, etc), por el contrario los guardametas, son los grandes responsables cuando vienen las derrotas y los terribles perdedores de una jugada desafortunada. Ejemplos recientes de esa condición vergonzante se ha venido dando en la selección inglesa, cuya portería ha sido custodiada por los más que sospechosos, ‘Calamity’ James o ‘manos de mantequilla’ Green.A pesar de que el balompié contemporáneo ha dado arqueros de calidad como, Oliver Kahn, Chilavert, Van der Sar, Buffon,etc; no son lo suficientemente valorados y reconocidos en su justa dimensión. Casi nunca se premia a un portero como mejor jugador de una liga o de un mundial- salvo Kahn que se llevó el Balón de Oro en Corea/Japón 2002 como consuelo ante la mediocridad del certamen- aunque en algunas como la española se ha creado un galardón específico, el ‘Zamora’, que premia a la portería menos batida, que no siempre se debe a la calidad exclusiva del meta.
Admitámoslo, el portero, especialmente el de un equipo poderoso es el que menos participa del juego y es inevitable que cuando tu equipo es el dominante y el balón casi no te llegue, te aburras como una ostra o te cagues de frio. No sé, siempre he creído que el mejor premio para un futbolista puro es, la sensación del cuerpo cansado y la satisfacción de haberlo dado todo en la cancha, independientemente del resultado. Exigirle una gota de sudor a un arquero, se antoja imposible.
Aún sigo pensando que de todo lo bello del fútbol, lo más feo es ser guardameta.