Aquel hombre tenia demonios de hielo en su interior. Y apareció ella. Se enamoraron. Vivieron días hermosos. No planearon, pero imaginaron momentos de felicidad. A ella le bastaba, era una mujer sin sonrisa y él la había devuelto a su rostro. Le invitó a compartir un tazón de chocolate caliente y rieron mientras se lo bebían. No tenía muchos sueños esa mujer. Él era su sueño, aun con sus interiores demonios de hielo.
Un día le pidió que esperara un segundo y ella aguardó en el balcón. El segundo se convirtió en horas y la mujer transformó el tiempo en tristeza y dolor. Cuando regresó, el hombre se disculpó y tocó con sus demonios el corazón de la mujer, que se convirtió en una pavesa de escarcha. Y de ese modo, se lo arrancó sin habérselo propuesto.