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Derecho a la vida

Publicado el 30 octubre 2009 por Lautarojc
Este derecho fundamental de cualquier ser vivo, el de continuar viviendo, y sobretodo de que otro ser vivo no deba anular ese derecho está en un punto muerto. Muerto porque día a día lo conculcamos o permitimos que se conculque.
Intencionadamente hablo de "ser vivo". En las entradas anteriores, hablando de la Pobreza y el Hambre, hacía comparaciones que a muchos les extrañaban, poniendo en relación estos temas con el Aborto. Ahora voy a incluir un factor más de controversia al incluir al resto del reino animal.
Ayer en Badajoz, se manifestaron 400 personas en contra del maltrato animal. Hace a penas una semana se encontraron en una caja, dos cachorros mutilados junto a las herramientas utilizadas para ello; las mutilaciones eran el producto de considerar a esos pobres animales, objetos destinados a la contemplación y el uso humano, por lo que había que recortar orejas y colas. Imagino que realizado de manera chapucera, dio como resultado que la tortura a la que aún se somete a muchos animales, además fuera motivo de la muerte de uno de ellos y el estado crítico de otro. Así, estas 400 personas amantes de los animales se manifestaron para poner de manifiesto esa parte abominable de aquellos que son aparentemente buenos convecinos.
En otras circunstancias, esto me hubiera parecido simplemente un acto cívico y una buena noticia. Pero entra a preocuparme que hace 10 días fueran la mitad los que defendían el equivalente en otras personas como ellos y ellas. ¿Cómo hemos llegado a una situación moral como esta? Hemos relativizado todo lo relacionado con la persona, porque ya no lo es para la mayoría, sino individuo aislado. Este se vuelve masa informe y sin rostro con una facilidad pasmosa, y con ella es muy difícil sentirse identificado e implicado en su salvaguarda, en ser solidario con ella, uno con ella.
Imagino que muchos querrán ver en estas líneas una minusvaloración de la vida de otro animal que no sea humano. Les anticipo que se equivocan. El valor de la vida es único para todo ser vivo. Con nuestra forma de vida actual ya no nos enfrentamos día a día con la defensa del espacio vital frente a otros seres vivos; la mayoría vive una vida aséptica, hermética, aislada, de individuos. Afortunadamente para mí, vivo en el campo, y eso me lleva a tener en frente a esos animales que nos resultan tan especialmente molestos, los insectos. Hormigas, arañas, avispas, moscas,... se empeñan en ocupar el mismo espacio que yo. Digamos que la cohabitación es complicada. Alejarlos, mantenerlos a raya es un esfuerzo diario. Sin caer en el absurdo del dolor por la hormiga que he pisado sin saber, soy consciente de que mi presencia provoca la muerte de algunos de estos pequeños seres. Quizás por ello no me importa que se coman algunas de las fresas, coles o tomates que planto, y no utilizo productos para eliminarlos.
Pero llegar a considerarlos el enemigo a exterminar, o como simples objetos decorativos destinados a mi placer visual, implica que existe un desprecio por la vida indigno de una persona. Aunque llegar a considerarlos un bien superior a nuestras semejantes, más dignos de protección y ayuda, es otra indignidad.
Quizás muchos de los que se manifestaron ayer contra el maltrato animal creen que el hambre y la pobreza son un estigma que hay que eliminar, pero resulta indignante movilizar al doble de personas con una fotografía de dos cachorros desangrándose, que con una persona famélica. Somos una sociedad enferma, precisando terapia urgente.

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