Revista Literatura

Derechos de autor

Publicado el 04 julio 2011 por Gasolinero

Como no todo van a ser relatos sin enjundia, me dispongo, gratificante lector, a abordar un tema de la máxima actualidad y propio de este medio en el que nos movemos con tanta soltura. Un asunto por el que se han vertido ríos de bits: los derechos de los autores y las agencias que los gestionan.

El año 1983 fue el de nuestra graduación como técnicos especialistas de la rama profesional que fuera o fuese; administrativa y comercial en el caso de quien esto escribe. Y el del consiguiente viaje de fin de estudios. Al principio del periodo lectivo se convocó una reunión con los recién elegidos delegados, servidor entre ellos, para programar las actividades a realizar con el objeto de recaudar fondos y que no nos costase mucho el futuro viaje. Se harían varias fiestas en la vecina discoteca de la calle Lugo, venta de lotería con momio, se instalaría una tasca en la romería y, como apoteosis, un desfile de modelos en otra boite más nueva y con más aforo. Este evento (palabra también muy afamada en los mentideros digitales) de moda tuvo mucho éxito de crítica y público, y por ende económico, en las promociones que nos precedieron. También se acordó nombrar a dos personas para que estas propuestas se llevasen a cabo y como responsables del plan. Un tripudo que tenía una tienda de muebles y un tomellosero que trabajaba en una gasolinera.

El programa se fue cumpliendo a salto de mata. Se celebraron los saraos previstos en la discoteca de la vuelta con escaso éxito económico. Conseguimos vender todas las participaciones de lotería, pero no tocó nada. La tasca en Pinilla nos reportó unos discretos ingresos, a pesar de que penamos lo que no está escrito. Ya teníamos contratado el viaje, a Mallorca, y entregado el dinero que nos pidieron en prenda. Faltaba saber cuanto nos costaría y esto dependía del último cartucho: el desfile de modelos.

Nos volcamos en el acto como posesos, conseguimos que las mejores tiendas locales nos dejasen sus géneros para que los más guapos condiscípulos los luciesen. Vendimos todo el aforo. Las estudiantes de peluquería y estética dejaron a los maniquíes espectacularmente guapísimos: ellas con peinados de ensueño, ellos con toneladas de gomina. Un éxito. Tras hacer el arqueo de la recaudación y añadírsela al monto total, la cantidad a aportar por cada uno de los futuros viajeros ascendía a mil pesetas.

Entonces los derechos de los autores afiliados a una muy nombrada sociedad, estaban en Tomelloso salvaguardados por un periodista, el decano entonces y aún ahora de los gacetilleros locales, epítome y ejemplo de bacín, en el sentido que se le da aquí al sustantivo. Persona especialmente cualificada para los chismes, en una de sus acepciones.

Cuando mejores nos las prometíamos, apareció el mentado plumilla en la sala de fiestas preguntando por los organizadores del sarao. Nuestros compañeros le indicaron donde se encontraban Moya y un servidor ajustando las cuentas.

—Buenas noches.

—Buenas noches.

—Soy, entre otras cosas, representante en Tomelloso de la Sociedad General de Autores —se presentó— y quisiera saber quien ha organizado este espectáculo.

—Los alumnos de último curso de Formación Profesional. —le dije— ¿Y por qué? Si puede saberse.

—Porque estos espectáculos pagan derechos de autor. —dijo— Según el baremo de la sociedad os corresponde pagar el equis por ciento de la recaudación, que asciende en este caso, a equis pesetas. Podéis pagarlo ahora o como máximo en un mes.

—En un mes, nos viene mejor. —le sugerí.

Rellenó un formulario.

—¿Quién se hace responsable y firma? —inquirió.

—Yo mismo: Gasolinero Navarro Navarro.

Y lo firmé.

Todavía debo de aparecer en las listas de morosos de la mentada sociedad.

www.youtube.com/watch?v=1agfcmr_PDE

 


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