Ayer por la noche, antes de acostarme, un amigo me envió un artículo. Sabía que no debía, pero como a esas horas no me queda fuerza de voluntad le hinqué el diente de cabo a rabo. Se me quedó dando vueltas por la tripa, como si en lugar de un texto hubiera leído un plato de judías con chorizo. Su autora, la periodista Cristina Fallarás, narra en primera persona su proceso de desahucio y caída en picado a la clase “pobre”, esa a la que nunca pensó que pertenecería.
De estudiante tuve una compañera de piso dentista, de la que creo que ya he hablado alguna vez. A pesar de que era la única con dinero, la única que no tenía que someterse a prácticas gratis y demás abusos por los que pasábamos la mayoría, le obsesionaba la idea de terminar, en un futuro, mendigando por la calle. Era una idea descabellada. Pero al parecer este es uno de esos momentos en los que las ideas descabelladas se hacen realidad.
Camino al colegio, cuando todavía me quedaba batería en la cámara.
Y, sin embargo, la vida continúa mostrando tanta belleza. Esta noche, mientras yo me desvelaba imaginando futuros terroríficos, caía una nevada monumental sobre Beijing. Camino al colegio, un grupo de ancianos practicaba, como todos los días, sus ejercicios de Tai Chi. Parecían bailar con la nieve y el viento, y el universo volvió a parecerme un lugar armonioso.
La sensación de paz cesó súbitamente cuando me di cuenta de que mi cámara de fotos se había quedado sin batería. El vídeo del Tai Chi en la nieve que hubiera deseado colgar aquí sólo existe, por tanto, en mi imaginación. Y en la vuestra, si os parece. Por cierto que ya puestos a imaginar:
Gracias a El Lobo por rescatar este palabro que tanta falta nos hace.
El artículo de Fallarás en la revista Anfibia.
En twitter: @nataliamartin