A despecho de uno mismo
Todos los poetas del mundo escriben el mismo poema
describen la misma roca contra la que se hace pedazos el mar
esa misma pérdida que a ninguno de ellos le fue evitada
en el mismo instante experimentan el éxtasis de vivir
la misma noche se tienden en lecho de las sombras
Llegan a conocer un desaliento tan omnímodo
que el mundo deja de existir para ellos
y cuando tratan de reconstruirlo
su abundancia los hace reventar
En esta magna sinfonía que están ejecutando
solo a los primeros violines honra el director con un apretón de manos
y aunque todos ellos se someten a la ley de la misma armonía
cada uno quisiera ser amado al margen de los demás.
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Dualidad
Julia Hartwig (Lublin, Polonia, 14 de agosto de 1921 - Gouldsboro, Pensilvania, 14 de julio de 2017)
Vaso Roto Ediciones, 2013
Los poemas de Julia Hartwig representan un sereno (y en ocasiones desapasionado) esfuerzo por conciliar aproximaciones antitéticas a una realidad siempre multiforme. Moviéndose sin cesar de lo irónico a lo solemne, de lo terrenal lo onírico, de la desesperación a la epifanía, sus versos constituyen una lúcida respuesta al atrevimiento de quienes solo ofrecen una visión monocolor de la existencia o, aún peor, buscan aprehender aquella esencia proteica en una mera fórmula simplificadora. Y, no obstante, de estos poemas no escapa nunca un grito de protesta frente al aparente sinsentido de cuanto nos rodea. Antes bien, con su vindicación de la templanza y la armonía, llaman a aceptar la realidad tal como se nos ofrece, puesto que solo desde su comprensión cabal es posible acceder a su sentido último. Y cuando esto parezca realmente imposible, cuando nos embargue el miedo a lo desconocido, o lo irracional se nos antoje peligrosamente cercano, lo mejor es «no preguntar», precisamente el título de uno de los poemas que integran uno de sus últimos libros, Jasne niejasne [Claro, poco claro] (2009).[Prólogo de Antonio Benítez Burraco y Anna Sobieska]