Desapariciones

Publicado el 02 marzo 2012 por Rubydelfino
Estaba yo esta tarde reflexionando y filosofando sobre el existencialismo, al tiempo que me marcaba unos dances en mi habitación -ya sabéis, el conocido como dance indoor- cual Eva Nasarre en sus tiempos flexibles. Y de repente, este pensamiento, Eva Nasarre, me llevó a pensar, por derivación, en cierto personaje de mi historia personal al que le gusta aparecer y desaparecer así, como el que come y deja de comer yogures y se desintegra.

Mathew... ¿Where are you?

Te quiero hablar hoy de este chico, de Mathew (pronúnciese Máciu). A Mathew le conocí por Internet, en una de estas páginas de perfiles súper prácticas en las que para naaaaaaada aparecen fotos de miembros viriles enhiestos y orificios corporales. Me fascina de estos sitios la capacidad que tienen algunos hombres de adoptar posturas imposibles frente a un espejo. Me gusta referirme a estos lugares como los Tuenti de los mayores de 25 años, donde tranquilamente puedes encontrarte a un caballero de 45 años posando a cuatro patas frente al espejo del salón, mostrándote las maravillosas, a la par que horteras, cortinas que heredó de su abuela, llamémosla Tabatha (pronúnciese Tábaza, -sí, este nombre existe, aunque suene a pueblo de Soria-). Y sí. Tú, persona normal, con inquietudes románticas, en vez de fijarte en el cráter peludo que exhibe este señor, prefieres fijarte, por tu bien, en la decoración demodé del entorno. Claro que sí.
Bueno, que me enrollo. Conocí a Mathew en uno de estos lugares de la red, uno de estos esparates de la carne. Iba vestido y aparentaba ser un buen chico, así, de mi edad y simpaticote. Empezamos a intercambiarnos mensajes, buenrolleros, de colegueo. Con los días, nos pasamos los números de teléfono, y entonces ya empezamos con los sms -de aquella, querido, no existía el whats app-. Bueno, de verdad, ¡¡Qué derroche!! Unos mensajes me enviaba mañana y noche... Llenos de tiradas de ficha. "Buenos días, angelote. recuerda que tienes que sonreir" y cosas por el estilo. ¡¡Es que me temblaba hasta el prepucio de la emoción!!
Llegó el día de tomar café. Tuvimos entendimiento y nos llevábamos súper bien. Fue una primera toma de contacto muy buena. Simplemente, nos despedimos con dos besos, y cada uno para su casa. Seguimos con los sms tonteando, hasta la siguiente cita, una comida en un centro comercial en su descanso del trabajo y después de mis clases del Máster. De vez en cuando, en esta cita, nos tocábamos algo la mano, pero nada más profundo. Cuando nos despedimos, otros dos besos. pero esta vez, Mathew me los dió en plena comisura de los labios. Yo intentaba hacerme el difícil, a pesar de que a mí no me cuesta nada ponerme de rodillas a rezar al Dios Cipote. Pero mira, quería ser digno.
La tercera cita ya fue en mi casa. Como le encantaba el chocolate, le invité a merendar un bizcocho que había elaborado con mis manitas esa misma mañana. Al rato, estábamos retozando por el sofá, intercambiando besos hiper lascivos en la boca. Luego ya nos pasamos a la habitación para la típica sesión de felaciones mútuas, tan tradicional en las primeras citas de todo homosexual que no busca sexo a saco. 
Ya a partir de ahí seguíamos quedando y conociéndonos. Yo, que no me gusta marcar ritmos ni agobiar, quedaba con él cuando él quería y dejaba que él decidiera cuando vernos. Pero con las semanas, según nos íbamos conociendo, me daba cuenta de que ya no recibía sus mensajes bonitos y me daba pena. Pero le quitaba importancia, ya que en nuestra última cita pasaron cosas interesantes: me contó detalles profundos de su vida, como que su madre había muerto unos años antes; los gestos eran románticos, como llevarme por la calle de la mano o besarme en el Metro; me dio una foto suya para que la llevara en mi cartera, claro signo de que le importaba que yo pensara en él.
PUES NO. Al día siguiente queda conmigo para decirme que quiere que vayamos más lento. ¡¡Como los oyes!! ¡Con dos cojones! Me sorprendió tanto que se me abrió la boca y me di una hostia con el mentón en toda la mesa de esa puta cafetería, a la que ya no he vuelto a ir, por cierto, a pesar de que hace una de las mejores tartas de chocolate del puto mundo. ¡No entiendo nada! Me cuentas el rollo de tu madre muerta, y te piras al día siguiente. Me das tu foto, ¿Para qué? ¿Es un flyer? Además es que el significado de esa gran frase que ha quedado para la posteridad, "quiero que vayamos más lento", significaba "que te den por culo", porque no volví a saber nada más de él en meses.
Mathew de mi vida... Muy mal. Lo peor de esto es que estos tíos, que se acojonan -o que encuentran a uno que les gusta más que tú-, es que vuelven. Siempre vuelven a darte una patada en el culo. Esto me pasó. Mathew reapareció unos meses después. Primero con unos leves Me Gusta en mis estados de Facebook. Después, con comentarios. Y ya, más tarde, me pedía quedar, con claros objetivos sexuales. Mira, perdona niño, pero mi rencor hacia ti supera con creces el tamaño de tu miembro, claramente. Si al menos te molara el scat y quisieras que te echara un ñordo en la cara, pues mira, me lo pensaba porque para mí sería una venganza estupenda, aunque eso te pusiera la gota en la punta. Pero bueno, ahí sigue Mathew, manifestándose de vez en cuando como si fuera una puta Cara de Bélmez. Pero a ti, querido lector que visitas este blog, quiero decirte que siempre vuelven. Así que cuidadito, porque ni te echan de menos ni quieren reintentarlo contigo. Vienen para rematarte. Si eso pasa, sé más listo. Llévale un ramo de flores. Cuando te lo agradezca, haz lo que yo hice, y dile: "Espero que queden estupendamente en su tumba". ¡¡Viva el Karma!!

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