Músicas: "Delight" (KITARO) - "The gravel road" (JAMES NEWTON HOWARD)
"I can carry you" (JAMES NEWTON HOWARD)
Descanser en Verano.
El verano, como cada una de las estaciones, marca una dirección, orienta en un sentido determinado el movimiento de nuestro mundo interior.
También nuestro descanso.
El verano, como cada estación, es un tiempo específico, con un sentido particular, con una energía peculiar.
El verano es la estación que representa el mediodía del año; es, por tanto, el apogeo del sol, de la luz y del calor. Estos elementos hacen que las flores de la primavera se conviertan en fruto. El verano representa también para los árboles humanos el tiempo de la maduración, del crecimiento, de la evolución.
El verano es la estación del corazón, del fuego, del color rojo.No se trata sólo de exponer nuestra piel al sol para broncearla sino de avivar ese sol interior que es el corazón. Exponernos también durante largas horas de inactividad al sol del corazón inundará nuestros cuerpos de una alegría que sudará por nuestros poros.
El verano nos invita no sólo a vivir más al aire libre sino también a hacer más libre y consciente el aire de nuestra vida de cada día.
El verano es la energía que nos reta a salir fuera sin salirnos de dentro.
Porque cada desplazamiento realizado en verano es una propuesta de movimiento interno, la posibilidad de una travesía espiritual, la invitación a vivir cada “ex – cursión” en la superficie como un “in - cursión” por la propia espesura interior.
Vayamos más allá de esta contradicción aparente: los movimientos del verano suponen una “pausa”, un detenerse de esos otros movimientos que sostienen nuestro vivir cotidiano en los períodos de trabajo.
Podemos ahora renovar nuestro ser con la energía que nos proporciona descansar en verano.
Las vacaciones nos dan la posibilidad de “romper” con nuestras rutinas y pueden devolvernos transformados al reinicio de un nuevo período de actividad, pero con una condición: haber descansado en ellas.
No es sólo el cuerpo quien ha de descansar; no es sólo la piel quien ha de sentir esa plenitud de luz y energía bañando su continente; es toda la persona interior la que puede también vivirse como verano pleno.
Podemos sentir el contacto del sol, de la brisa.... con nuestra piel y, al mismo tiempo, sentirnos en conexión con nuestro sol interior, con el aire-espíritu que se mueve en lo más hondo de nosotros. De esta manera todo lo vivido en la superficie no será nada superficial sino expresión, emergencia, realización de lo profundo.
El verano describe para nosotros el escenario donde realizar una coreografía en la que se descansa en el movimiento y nos movemos en el reposo: montamos tiendas de campaña en la llanura de un no hacer que nos está rehaciendo, paseamos descalzos por las orillas en las que por fin vienen a morir las embravecidas olas de nuestro agitado mar emocional, subimos por las laderas escarpadas de los aspectos más rocosos de nuestra personalidad y de nuestra vida, cruzamos puentes que nos acercan a las orillas de los otros y del mundo.
Todo “pausado”, todo vivido con otra “pauta”.....he ahí el latido sutil y profundo que anima esta estación.
Como el resto de las estaciones, el verano es una “invitación para estar”, para estar en lo que estamos, para que estemos juntos, para estar en nosotros mismos.
Ese puede ser el gran fruto que recojamos como cosecha en este tiempo del verano: nuestro estar en el mundo de otra manera, con otro brillo y con otro jugo.
El verano es un canto de afirmación a la vida, la exaltación de los sentidos, la celebración de la abundancia y el regocijo de la generosidad.
No habrá verano si, al mismo tiempo que nos trasladamos a la playa o a la montaña no nos adentramos en nuestro paisaje interior… para conocerlo, habitarlo, embellecerlo y disfrutarlo.
JOSÉ MARÍA TORO. "Descanser. Descansar para Ser" (Editorial Desclée)http://www.edesclee.com/products.php/ISBN9788433024510