En la sociedad en la que vivimos hoy, en la cual o comes o eres comido, no es de extrañar que las empresas dejen aparcada su esencia y la poca ética que les queda para convertirse en algo nuevo y diferenciador. Este ha sido el caso de Google.Gracias a los dos grandes y peculiares fundadores, Sergey Brin y Larry Page, Google ha sabido anticiparse en el tiempo, vaticinar el futuro y predecir los cambios que iba a sufrir la tecnología. Ese ha sido su éxito. Ha sabido introducirse en la piel de un internauta en el caso del buscador, o en la de un fanático de los móviles que quiere lo último, en el caso del sistema operativo Android. Pero todo esto a costa de vender nuestra alma, que no es otra cosa que nuestra propia privacidad.
Al comienzo de este libro titulado "Desnudando a Google", de Alejandro Suárez Sánchez-Ocaña, el autor, empresario e inversor, habla sobre el secretismo de Google y la política de desnudez que la empresa aplica a sus rivales. Por la misma razón Coca-Cola debería de compartir cada uno de sus ingredientes para hacer más feliz a la gente. Si no lo hacen es por un factor importante en el mundo empresarial que se llama competencia. Pero, señores de Google, ¿la transparencia para cuando? ¿No se supone que es otro factor muy importante, y más de cara a los consumidores?El autor parte de la base de que Google es un monopolio, aunque luego admite la existencia de más competidores. Entonces, por definición, no puede ser un monopolio. Partiendo del supuesto de que Google sea un monopolio existen leyes internacionales, y no sólo las estadounidenses, que lo regulan. Evidentemente este argumento no quiere decir que por ser legal ya es ético, ni mucho menos.
Sólo puedo limitarme a juzgar la inmoralidad de los hechos que realiza esta empresa. Pongamos de ejemplo a Apple. ¿Por qué a ella no se le acusa de Monopolio? En el fondo estas dos empresas son iguales. La idea de estos gigantes es ofrecer innovación. Gracias a sus estrategias la gente llega a gastarse millonadas por adquirir el último modelo de Iphone o de Ipad. Entonces, ¿la culpa de quién es? ¿Del que sabe utilizar todas sus herramientas pasándose por encima los principios éticos y morales? ¿O de la gente sin dos dedos de frente que es capaz de pagar 200 euros por adquirir un producto de esta compañía? El propio cliente tiene la posibilidad de elegir libremente y, aun sabiendo que va a ser controlado segundo a segundo, optar por comprarlo o no. Google, entre otro mil productos, ofrece la organización de información, cierto. Pero quien pudiera pensar que esto iba a ser gratuito, ¿vivía en este mundo? No todo se lo pagamos en dinero físico. Se lo estamos pagando en algo más importante como es nuestra privacidad. En pleno siglo XXI nadie da duros a pesetas, y si lo hace, huye.Me hace gracia, y a su vez me produce lástima, que un empresario sea capaz de tildar a Google de diablo y a Yahoo de pobrecito. No. Google es quien ha sabido moverse, anticiparse y mejorar, y Yahoo el desganado y tonto que se creía que tenía todo hecho y para colmo abre las puertas a sus competidores. En todo caso, habrá que poner a Yahoo como ejemplo de fracaso total como empresa.No hay que olvidar que detrás de toda empresa están las personas. Siendo sinceros, la característica que tiene en común toda esta gente, y si por algo triunfan, es la ambición desenfrenada. No sólo hablo del deseo de ser billonario, hablo del deseo de ser el número uno, de que todo el mundo, allá por donde vaya, le reconozcan. En definitiva, en palabras del autor, ser el Rey de la jungla.Alejandro Suárez deja patente su indignación ante la falta de privacidad y el hecho de que Google trate a sus usuarios como meros números, y no como clientes. Nada de esto debería de parecerle nuevo. Somos simples números tanto para Google como para el Estado, mirad si no vuestro DNI.
Google se ha tomado la licencia de actuar sin pedir permiso al indexar medios de comunicación en su red sin aprobación previa. Y por ello está pagando. En ese aspecto Google ha dejado de lado sus valores iniciales para que, en vez de primar estos, que sería lo lógico, prime la ambición de la que hablaba antes. Ya advirtió Lord Acton, en el siglo XIX, sobre la condición corruptora del poder.El problema de fondo del libro no creo que sea que el voraz Google nos come poco a poco. El problema es Internet y su uso. Desde su aparición es prácticamente imposible establecer el número de archivos que permanecen colgados sin derechos y sin consentimiento por parte de sus autores. Queda una pregunta pendiente. ¿Tiene menos culpa una persona que acepta, que una empresa que ofrece?Mi respuesta es un no rotundo. Cada uno debe de afrontar las consecuencias de sus acciones.Todo este nuevo mundo, que es Internet, ha sido creado por personas. Con el transcurso de los años ha cambiado mucho su base de fondo, quizás sin darnos cuenta pero queriéndolo, aceptándolo, y haciéndolo parte de nuestro día a día.No echo más culpa a los creadores de estos nuevos sistemas, y quienes lo desarrollan, que a nosotros mismo, que, tontos, hemos caído en sus redes.
¿Hay alguna solución o debemos renunciar al teléfono móvil y a Internet, retornando a las señales de humo?