Caída la tarde, bajo un frondoso árbol cerca al río, reposaba Eusebio. Tenía su ojos sobre Lucrecia, quien bailaba una canción que ella misma tarareaba. Eusebio, se quedaba sumergido, por la pureza que ella irradiaba, su ingenuidad y su alegría, sintiéndose afortunado de disfrutar aquel momento, y que ella estuviera a su lado.
— Ven -dijo él, mientras extendía su mano hacia ella-.
— ¿Me dejarías con la mano extendida?, tengo algo que decirte princesa -replicó-.
— Tal vez Sr.Misterioso, tal vez.
Ella lo rodeó, abrazándolo por la espalda, dejando descansar su cabeza sobre el hombro de él, mirando juntos el mar.
Mientras, ella deslizaba suavemente sus manos, sobre el pecho de él, como esculpiendo su figura, recorriendo su cuerpo. Desencajó su camisa, metió luego sus manos en ella, entrando en contacto directo con su piel. Él se estremeció, cerró sus ojos, dejando que las manos de ella, fueran libres, escarvando en lo más profundo de sus deseos, encendiendo sus venas, hirviendo su sangre, ella podía sentirlo, seguía recorriendolo mientras miraba e intuía su agonía interior, explotando al besar su cuello, sollozando un “Te Amo”.
Imagen tomada de la web
Eusebio, tomó las manos de ella, mientras daba un suave giro, quedando él encima. Se envolvieron en un ardiente y apasionado beso, mientras él movía sus caderas, acariciando todo el cuerpo de Lucrecia. La oscuridad de la noche, y el frío se hacía notorio.
Lucrecia, desnuda, frágil ante las envestidas de pasión, que Eusebio bien le daba. Ahogados en un éxtasis tan inmensos como el río, que dormía en aquel lugar, ellos se estremecían, él al dar la estocada final, con sus ojos ardientes penetrando cada célula de ella. Y ella, calmando su sed, ahogada en delirios de pasión por Eusebio.
Quedando fundidos sobre la hierba, él beso los labios de Lucrecia, Se incorporó y miró nuevamente hacia el rio, agarrando la mano de ella, quien se mantenía a su lado abrazándolo. Anochecía, y solo se escuchaba la brisa, revoloteando sobre hojas, jugando tal vez con el río.
— Tengo que viajar, por algunos meses, aun no se cuántos. Pero quiero que vengas conmigo, es decir, haré lo posible porque así sea. -dijo Eusebio sin vacilar-.
— Prioridades, supongo, alguna vez dijiste que estaríamos siempre juntos. Como ahora. -replicó ella-.
— Lo estamos, siempre lo estamos, aun cuando físicamente no se pueda. -dijo él-.
— Lo hubieras mencionado antes de hacer el amor, hubiera sido esto más fácil, no quiero escuchar nada más al respecto, solo haz lo que te haga feliz -dijo ella, apartándose de él-.
Él la vio vestirse de prisa, acomodar su pelo, su sonrisa la había abandonado, se veía molesta.
— ¿Por qué reaccionas así?.
— ¿Qué esperabas, que te prepare una fiesta de despedida? -dijo ella-.
— Deberías -dijo él, con sarcasmo, tratando de sacar una sonrisa, que nunca llegó-.
Eusebio trabajaba como fotógrafo, aceptó una oportunidad de trabajo, que le cambiaría la vida, no solo la de él, sino la de Lucrecia.
— No quiero que toquemos más ese tema, hasta el día que tengas que marcharte. Quiero que sepas que te amo, y que te apoyo. -dijo ella-.
Eusebio, asintió con la cabeza sin pronunciar palabra.
Por:
MARjorie