Eusebio se despertó sobresaltado, no se había percatado que llevaba casi dos horas, dormido luego de pensar y traer a su mente recuerdos sobre su historia.
Miró su reloj, faltaban diez minutos para la media noche, ¡Dios! -exclamó-.
Se levantó esta vez más pausado, pasó sus manos por su cabello, una manía que tenía cuando se sentía preocupado. Llegó al lobby y preguntó a la señorita de información, una chica morena de ojos grandes, cabello negro brillante, y rostro de ángel.
— Señorita, preste mucha atención a mi historia.
La chica que se encontraba sola, abrió bien los ojos.
— Señorita, necesito su colaboración.
— Si, dígame señor, ¿en qué puedo ayudarle? -respondió-.
— A eso de las 9, estuve en este mismo lobby, detrás de una chica pelirroja, que llevaba un vestido largo blanco, muy elegante. Ella es una amiga, no me escuchó, tal vez, y se marchó repentinamente. Pero no he dejado de pensar, que existe la posibilidad que ella se esté alojando aquí, y que usted pueda darme información al respecto.
— Señor, yo no estaba aquí en la hora que usted me indica, pero consultaré con algunos de mis compañeros, aunque, está prohibido dar a otras personas, información sobre nuestros huéspedes, si ella lo fuera.
— No se preocupe, como le dije, es una amiga de años, y me siento tonto, esperando aquí que regrese, sino se hospeda aquí, tal vez no regresará.
— Espere.
La chica tomó el teléfono y habló con alguien, haciéndome señas con su mano que esperara.
Al momento apareció otra joven, rubia, ojos cafés, hermosa. Tendió su mano para saludar.
— ¿Señor? -preguntó la chica, alzando su ceja-.
— Eusebio Thomás -respondí-.
— Un placer, soy Patricia. Comenta mi compañera que, ¿quiere saber si la mujer cabello rojizo se hospeda en este hotel?. -preguntó-.
— Si, algo así.
— Estuve aquí a las 9, vi cuando la chica lo ignoró.
— ¿Me ignoró?, que crueldad llevan sus palabras, me parte el corazón -dije sarcásticamente, ella sonrió-.
— Ella no se hospeda aquí, alguien que la acompaña si. Pero no le puedo dar más información sobre esa persona, si desea, puede esperar aquí en algún lugar, yo le indicaré quién es la persona, muy discretamente. Veo que sus intensiones no son malas.
— Ve usted bien, no se equivoca Patricia. Entonces esperaré.
— Tiene que ser alguien especial -dijo Patricia-.
— Lo es -respondí-.
Me devolví, tomé su mano y le dije Gracias.
Me senté relajado en el sofá, viendo alguna revista que encontré, pasé las hojas, por no dejar, pero sin concentrarme en nada. Abracé la revista, cerré los ojos, rememorando la fecha de mi partida, justo el momento cuando me fui, cuando estúpidamente cambié todo.
— Eusebio.
— Dime amor -le repondí-, mientras arreglaba mi camisa, y acomodaba mi maletín al hombro.
— ¡Dios!, no te imaginas como me partes con esto -dijo ella mientras se trepaba en mi cuello, abrazándome-.
— Pronto regresaré, pronto, te lo prometo.
— ¿Pronto es cuando?
La abracé con fuerza, sin dar respuesta.
La besé apasionadamente, con pausa, dándonos tiempo, luego le besé la frente. Me marché, sin mirarla otra vez.
Que recuerdos. De repente pensaba, que los meses que había perseguido a la chica del cabello rubio -Lucrecia-, que parecía ahora ser tan diferente, tan sofisticada, su candidez y su … por decirlo así, su ingenuidad se había perdido, intuía un cambio, sin hablarle, sin verla de frente, solo con el roce de su presencia que huía entre mis palabras. Un día antes de verla, y de llegar cansado a ese hotel, pensaba en abandonar todo este viaje, pero apareció esa luz en el camino, que ahora hacía más interesante e intensa la búsqueda, había nacido un motivo más.
Le dí un vistazo a la hora, iban a ser las 2 de la madrugada y yo, en ese sitio, mirando a nadie, entre la nada pensando en situaciones pasadas, suspendido en el ayer.
Me levanté del sofá, me dirigí a la recepción.
— Hola Patricia.
La chica distraída en la recepción, alzó su mirada, — dígame Señor Thomás.
— Saldré a tomar aire. ¿Estará usted aquí más tarde?.
— Salgo a las 6 -dijo-.
— No se preocupe, estaré de vuelta… gracias -dije, mirándola fijamente a los ojos-.
Pude notar su sonrojo.
Tomé un taxi, le dije al conductor que me llevara a algún bar.
Por:
MARjorie