Desde el suelo
Ahí está inmóvil, claro, muerto. Ocho tiros a bocajarro por lo menos. Y no es que no se lo mereciera pero da no sé qué verlo así, con la ropa, el suelo y hasta el alma ensangrentados. Bueno, esta última la tenía más bien negra. Si me quedaba alguna duda, ya se me disipó hace un rato, lo he comprendido. Era de lo peor. Sólo había que fijarse en el deplorable aspecto en que quedaban sus víctimas, que no eran pocas. Ser un asesino a sueldo es una cosa pero el ensañamiento morboso y enfermizo con que se empleaba es otra. Ese disfrute que mostraba mutilando y viendo el dolor reflejado en los asustados rostros era repugnante. Si, le han hecho un gran favor a la sociedad. Pero aunque no me sirva ya para gran cosa, siento curiosidad por saber quién a sido y por qué motivos. ¿Un ajuste de cuentas?, ¿Una venganza? Razones había cientos, no, miles, desde luego. El que ha acabado con él, está tranquilamente sentado en la butaca del fondo, fumando y deleitándose con su obra, sin prisa. Supongo que pensará que el trofeo que tiene ante si, lo merece. Adquirirá fama, prestigio dentro del gremio. Lo contratarán como matón de alguno de los capos, si es que no trabaja ya para alguno. Siento admiración por ese tipo. Hay que ser valiente e inteligente para, no solo haber matado a la bestia, sino por el mero hecho de intentarlo. Estoy viendo su reflejo casi al completo pero me falta su cara, desde aquí no consigo verla. El espejo muestra perfectamente el cadáver de ese indeseable pero no a su verdugo. Si al menos pudiera levantar la cabeza. Desde aquí tirado no lo consigo.
Torcuato González Toval.
Cuadro: Pablo Picasso.