Y cierto sofoco sexual. Twitteo, más que blogueo, en esta brevísima entrada, para dejar constancia de que mi sexualidad, hasta la fecha monótonamente hetero, se tambalea y quiere explorar otros placeres. Me voy a plantear el marmolsexualismo. Quizá debiera hablar de homosexualidad: sí, el David de Miguel Ángel me ha puesto palote, por emplear una expresión refinada e intelectualmente llena de matices, pero habida cuenta de que es una estatua de un tamaño considerable y no un tordo en el sentido cárnico de la palabra, mi atracción por ella no puede interpretarse en clave gay, sino en clave mineral. El mármol de Carrara ha despertado en mí sensaciones que creía imposibles.
Quizá cuente mi conversión a la estatuofilia en un próximo libro: Diario de un marmolsexual.
Por lo demás, todo estupendo. El cuentakilómetros del coche marcó 1.399 kilómetros desde nuestra casa en Zaragoza hasta la puerta del hotel en Florencia, y creo que agradeció dormir en el garaje unos días. Ahora nosotros descansamos también, y mientras descanso, me planteo mi marmolsexualidad.